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¡A forzar se ha dicho!

Fecha Publicación: 08/06/2020 - 21:50
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La semana pasada la Comisión de Constitución del Congreso de la República debatió el pre dictamen recaído en diversos proyectos de ley referidos a establecer la aplicación de la paridad y alternancia en las elecciones generales a realizarse el próximo año. No logró aprobación.

El tema es parte de la denominada reforma política agresivamente impulsada por M. Vizcarra y que fue preparada por un grupo de opinólogos que en casi su totalidad jamás habían militado –menos fundado ni dirigido– partido político alguno, ni participado como candidatos en algún proceso electoral.

Fundé, en 1992, el movimiento político independiente Nueva Mayoría, de filiación fujimorista, que en dos décadas de existencia participó con éxito en cinco procesos electorales generales y que convertido en partido político el 2004 dejó de tener existencia legal el 2012 al no participar en el proceso electoral del 2011. Del 2004 al 2012 presidí dicho partido.

También he tenido el honor de ser la primera mujer presidenta del Congreso de la República, luego de casi 173 años de su creación y en tal condición lideré la delegación oficial peruana a la IV Conferencia Mundial de la Mujer, en Beijing, 1995. Hoy tengo el gran peso y responsabilidad de ser en el actual Congreso la integrante con mayor veteranía parlamentaria.

Probadamente, el fujimorismo, desde sus inicios, con cuotas o sin cuotas, superó siempre a todos los demás grupos políticos en cuanto a auspiciar la participación política de la mujer y dentro de ello su candidatura a las más altos niveles del poder.

Digo esto, para resaltar que no me es ajeno el tema de la participación política de la mujer y para dejar en claro que mi oposición a que se fuerce una paridad artificial no significa que no esté convencida de la igualdad intrínseca en dignidad, derechos y capacidades entre mujeres y hombres.

Me resisto, sin embargo, a que se pretenda crear el espejismo de la paridad entre mujeres y hombres en la elección interna de los partidos políticos, al punto de que si fueran elegidas más mujeres, varias de ellas sean dejadas de lado para ser reemplazadas por hombres, desconociendo la voluntad de los electores internos. Y viceversa.

Me resisto también a que a efectos de la elección general se mantenga el voto preferencial que, más allá de sus pros y sus contras, deshace la paridad artificialmente obtenida y consolida la disparidad incluso en el eje mujer- mujer y por supuesto mujer-hombre.

Ojalá prime la razón antes que la fuerza… ¡aunque esta sea la de los votos!