Francisco III
Estaba revisando las redes sociales y me tomé con la sorpresa de que una de las tendencias corresponde a un influencer cuyo personaje ha superado la realidad, causando una disociación de su percepción que ahora quiere ser impuesta coercitivamente en la sociedad. De manera resumida, un conocido estilista y un presentador que debe gastar mucho en estilistas, se rehusaron a referirse a este personaje como “ella”.
“Pobrecita”, se apiadan los incautos usuarios de las redes. “Transfóbicos”, acusan a los susodichos personajes de la farándula por llamar “él” a un varón. ¿Cómo se les puede ocurrir? ¡Qué barbaridad!
Hombre y mujer son conceptos que las nuevas generaciones no ven como biológicos sino como conjuntos de ideas, emociones y sentimientos que son optativos del individuo. Yo pensé que esto solo ocurría en los países más progresistas, pero la tragedia ya está con nosotros. Como la muerte roja, se ha colado sin invitación. La personalidad ahora se ha convertido en “género”, como herramienta para resaltar por encima de los demás, en una sociedad desesperada por atención, pero sin ganas de esforzarse, so pretexto de la certeza de ser merecedores de reconocimiento.
Si esas son las reglas, si la sociedad debe tratarme de la manera como yo siento que soy, entonces debo hacer una confesión. Me identifico como el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Mis pronombres son “Su Majestad”, “Su Alteza Real” o, si hay confianza, “Mi Rey”. Quien ose llamarme de manera distinta estará incurriendo en un acto de discriminación y estará vulnerando mi derecho a una identidad.
Sí sé que es difícil de asimilar y hasta puede generar suspicacia. Principalmente porque mi lugar de nacimiento fue en el Perú y no tierras germánicas, y porque nací a finales del siglo XX, y no entre 962 y 1806. Pero, si la biología no determina mi género, ¿por qué va a hacerlo la geografía o la cronología? Debemos dejar atrás esa mentalidad cavernícola donde la realidad se determinaba con el empirismo del método científico.
Si mi explicación no ha sido satisfactoria, te invito a que silencies esos pensamientos porque que alguien cuestione mi percepción es un catalizador para irritarme. Mi declaración debería ser suficiente y las preguntas, si me incomodan o no tengo respuesta, serán declaradas como transfóbicas. Además, voy a esforzarme en censurar y cancelar a quien no me dé la razón.
He podido observar, desde que anuncié mi identidad, hace tres párrafos, que no me siento representado por las autoridades porque no hay personas exactamente iguales a mí en el poder. Eso debe cambiar con una cuota de género a mi favor. ¡Urgente! Y continúo, tampoco me siento cómodo entrando a los baños de hombres. Debe haber un baño privado al costado donde aparezca una figura con corona. El mundo se debe acomodar a mí, porque si otros no validan que soy especial, entonces dejo de serlo.
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