Francisco Sagasti: ¡persona no grata!
Los caviares son camaleónicos. Nada alrededor de ellos es lo que parece. ¡Todo es ilusión para confundir al auditorio! Viven pendientes de una necesidad innata por engañar a quienes tienen al frente. Su dogma es la hipocresía, su arma es la celada, y su táctica el disimulo llevado al extremo de la paranoia. Viven del odio, la prestidigitación, el embuste, la trampa y, finalmente, el delito encubierto por su mafia, encaramado en el poder Judicial y el Ministerio Público. Fue desde que, a inicios de siglo, un sujeto de baja estofa –Gustavo Gorriti– cargado de billetes facilitados por el zar de la camorra caviar, George Soros, coronó a Alejandro Toledo patrono del mal en el Perú. Desde ese instante, premunido del poder que le significó secuestrar al sector de la Justicia peruana –integrado por el poder Judicial y la Fiscalía de la Nación–, Gorriti pasó a ser el eslabón principal de la mafia de la corrupción. Una de sus marionetas predilectas es el señor de los pañuelos, Francisco Sagasti, sujeto que no dudó en armar un sangriento golpe de Estado, desde el propio Parlamento, para derrocar a Manuel Merino de Lama, apenas elegido presidente por amplia mayoría.
Merino asumió la presidencia del país apenas declarada la vacancia del sátrapa Martín Vizcarra. Ya instalado en palacio, los caviares intrigaron contra él, promoviendo otra lista para reemplazarlo. ¿La razón? Los caviares no encajaban con la línea del partido Acción Popular a la que perteneciera el, por entonces, mandatario designado por el Congreso. Es más, los caviares urdieron esta maniobra traicionera desde la nocturnidad y la alevosía, usando a los medios periodísticos puestos a su disposición (República, Comercio, RPP y los canales 2, 4, 5, 8, 9) para organizar un “momento” revolucionario pletórico de violencia, odio y sangre, demandando la inmediata salida del recién juramentado Merino para que, en su reemplazo, asumiera ese cargo el caviar Francisco Sagasti. La cadena periodística –financiada incluso por sectores afines al gran empresariado del país, hipotecado a la grita caviar; asimismo respaldada por el gerente general del Banco de Crédito, quien marchara una, otra y otra noche portando una inmensa banderola para exacerbar a la población– estuvo milimétricamente organizada, y puso a la capital en tal nivel de exaltación, que al tercer día precisamente llegó lo que buscaban los Sagasti y compañía: la muerte de dos personas. Entonces, apelando a su entraña perversa, los caviares responsabilizan a Manuel Marino quien, a falta de lo que ponen las gallinas, renunció; encumbrando a Sagasti. Como presidente, Sagasti fue responsable de varias muertes durante potentes protestas en Ica y Trujillo, contra aquella extraordinaria ley de Promoción Agraria que convirtió al Perú en principal productor agroexportador regional. Ley que derogó el caradura Sagasti, transformando así el vergel iqueño y trujillano en parajes sembrados de odio y miseria. Aparte, Sagasti atentó contra la Policía Nacional, responsabilizándoles de la muerte de personas en las marchas orquestadas por los cavares. ¡Con semejante prontuario, Sagasti pretende candidatear a la presidencia en el 2026!
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