Futuro del orden mundial
Es importante lo que debate la prensa norteamericana a raíz de la metamorfosis política del planeta que viene proyectando el presidente Donald Trump tras asumir el poder de la primera potencia del mundo, con miras a poner en ejecución su propuesta electoral “Make America Great Again” (MAGA) (“Hagamos nuevamente grande América”).
Diversos medios de EE. UU., tanto republicanos como demócratas, acaban de publicar una entrevista aparecida en la revista Newsweek, donde el expresidente Jimmy Carter —quien, efectivamente, tuvo una desacertada presidencia, aunque como mandatario retirado quizá haya sido uno de los más brillantes— empezó manifestándole al entrevistador:
“Estoy de acuerdo contigo en que Estados Unidos no debiera dejar que China se nos adelante. ¿Pero sabes por qué China se nos adelantó? Yo normalicé las relaciones diplomáticas con Beijing en 1979. Desde esa fecha, ¿sabes cuántas veces China ha entrado en guerra con alguien? Ni una sola vez. Mientras que nosotros estamos en guerra constantemente. Estados Unidos es la nación más guerrera en la historia del mundo, porque quiere imponer estados que respondan a nuestro gobierno y a los valores estadounidenses en todo Occidente, y quiere controlar las empresas que disponen de recursos energéticos en otros países.
China, entre tanto, está invirtiendo sus recursos en proyectos como ferrocarriles, infraestructura, trenes bala locales, intercontinentales y transoceánicos. Desarrolla tecnología 6G, inteligencia robótica, universidades y hospitales, además de puertos y edificios, en vez de usar sus recursos en gastos militares.
Mientras tanto, ¿cuántos kilómetros de trenes de alta velocidad tenemos en este país? Hemos desperdiciado 300 billones de dólares en gastos militares para someter a naciones que buscaban salir de nuestra hegemonía. China no ha malgastado ni un centavo en la guerra. ¡Es por eso que nos supera en casi todas las áreas!
Si hubiéramos tomado los 300 billones de dólares para invertirlos en EE. UU. en infraestructuras, robots, salud pública, etc., tendríamos trenes bala locales y transoceánicos de alta velocidad. Tendríamos puentes que no colapsen, un sistema de salud gratuito para los estadounidenses y no tendríamos miles de personas infectadas por el COVID-19 más que en cualquier otro país del mundo. Tendríamos caminos mantenidos adecuadamente. Nuestro sistema educativo sería tan bueno como el de Corea del Sur o Shanghái”.
Es una complicada situación para una nación guerrera, como el Tío Sam, acostumbrada al expansionismo bajo sus propias reglas. Porque la realidad no deja espacio para especulaciones. Si bien el progreso norteamericano es manifiesto, también lo es —quizá cuantitativamente hasta mayor— que en China existe un potencial bélico intacto, inclusive atómico y nuclear, jamás imaginado por Occidente.
Evidentemente, la ventaja social de los Estados Unidos es inconmensurable respecto a la de China. La calidad de vida de sus ciudadanos es, sin la menor duda, muy superior, gracias a casi dos siglos y medio de acrisolada democracia e impecable liberalismo. El mundo recién podrá evaluar la verdadera realidad de China el día en que esa nación imponga la democracia entre sus 1,300 millones de habitantes.
El presidente Trump debiera ponderar mantener el hegemonismo económico, defendido por su supremacía mundial, sustituyendo la guerra por sanciones económicas. ¡Como acaba de empezar a ensayarlo!
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.