Gambito de Dama
La adaptación de la novela de Walter Tevis que Netflix ha hecho, narra la vida de Beth Harmon, una niña que acaba en un orfanato tras el suicidio de su madre. En esa parodia de hogar descubre sus dos pasiones. Una de ellas, el ajedrez. La otra, los tranquilizantes. La serie está teniendo un éxito notable que, seguramente, no presagiaron sus creadores y promotores.
El Gambito es una apertura del ajedrez en la cual se entrega un peón a cambio del desarrollo de las piezas y de un control en el centro del tablero, escenario principal de la batalla. Se considera muy arriesgada y los grandes maestros la juegan muy poco en los torneos. Pero las actrices y los poetas sí, porque pocas se parecen tanto a la vida como el ajedrez.
En efecto, en su más celebrado libro, Contranatura, Rodolfo Hinostroza tiene un hermoso y largo poema que se titula: ‘Gambito de Rey’. Luego de la jugada inicial que lo define, f4, Hinostroza escribe: “Y salieron mis escuadras imprecisas/transparente mediosueño bajo el canto del pájaro/campana”.
El ajedrez es lucha. Por ello el maestro le dice al intrépido jugador de los gambitos: “Enroque Ud/ consolídese/ conózcase a sí mismo/ no juegue ningún rol/ sea Ud. todas las piezas del tablero/ sienta la amputación/ de un miembro cuando cae un peón. Un Yo compacto, un Yo visible/ si no revierte sobre la propia Historia/ es un poder desperdiciado, una pura metáfora hedonista”.
Y la partida sigue y después de unos cuantos movimientos: “Una mano indecisa sacrificó el P en c3, y cxd, la/ rápida respuesta D7, y el Negro/ siguió c7 jaque descubierto/ Y todo fue arriesgado/ y todo fue perdido”.
Un diálogo se escucha en la incruenta batalla: “¿Sabes lo que jugamos?” preguntó el Negro/ ¿Qué?” dije estúpidamente. “Tu fe/ Y tu futuro/ Utopía se cae, se cae/ Los sueños ruedan a las/ alcantarillas/ ángeles incoloros vagan/ sin ruta y sin objeto entre/ las agujas de los templos/ ruedas ardientes giran con los descabezados…/ Entre la música de los escupitajos y los murmullos de/ los paterfamiliae.”
Se acaba la partida. Una vez más el rey se inclina, el yo destrozado y humillado por la historia y por el acto. “¡Mate!” aulló el Negro/ derribando las sillas escarlata. / Act. V. Telón/ La implacable esfera/ las leyes implacables. 64 escaques/ y el universo se comba sobre sí mismo. No hay afuera/ no hay/escape hacia otra dimensión donde todo esto sea/ la historia del reptil, la historia del anfibio, la pura/ prehistoria…Pero vuelva a jugar dijo el Maestro “una partida es sólo una partida”.
El ajedrez es una extraordinaria herramienta para desarrollar habilidades y aprendizajes a cualquier edad. Pero sobre todo es bello. Puede ser, a veces, como el adagio de Albinoni o, en otras, como la Quinta Sinfonía de Beethoven. Una partida de Gasparov, de Fischer, de Tal, o de esta muchacha Beth Harmon, trasciende el tablero y es algo más que piezas que se mueven y batallas que se libran en 64 escaques. Por eso Borges escribió: “ Dios mueve al jugador y este la pieza/ Qué Dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonías.”