García no ha muerto, vive
Desde 1969 hasta 1976 traté diariamente a Alan García en Madrid. Yo estaba desterrado, perseguido por la “justicia” velasquista y Alan se desempeñaba como estudiante de Derecho. Cada uno vivía dedicado a sus menesteres, pero nos dedicábamos también a la política peruana. Lanzábamos semanalmente tirajes de panfletos antivelasquistas. Alan no vislumbraba el destino que tendría de llegar a gobernar el Perú dos veces. Simplemente su posición antimilitarista lo llevaba a tener conmigo un taller del cual salían manifiestos y volantes en defensa de la democracia peruana.
Alan y yo teníamos situaciones jurídicas distintas. Él era un estudiante de Derecho; tendría veinte años y yo era un abogado proscrito y con un intento de extradición por parte de la dictadura militar velasquista, rechazado por el gobierno del generalísimo Francisco Franco.
Alan dictaba juntamente conmigo semanalmente conferencias ante auditorios peruanos de exiliados. Alan se marchó a París en 1975 y yo volví al Perú en 1976. Nos volvimos a reencontrar en el Perú y trabajamos juntos políticamente. El apogeo de esa vinculación fue su candidatura victoriosa a la presidencia de la república en la que yo fui un animador conspicuo. Pero volviendo a Madrid debo dejar fe que la fisonomía presidenciable de Alan se vislumbraba ya, en la capital española. Él no se jactaba de esa postura, pero los hechos lo arrastraron a la posición presidencialista.
Hay que escribir sobre Madrid porque de allí salieron una serie de líderes que actuaron en el Perú defendiendo a Alan García Pérez y su postulación. Alan vivía en Madrid en la calle Superunda y yo en la calle de Monte Esquinza. Esas direcciones eran la base a la que concurrían a realizar una labor de agit prop los compatriotas autoexiliados. Alan había nacido en 1949 y su campaña en Madrid data de 1970 a 1976. De su pluma salieron infinitos volantes y manifiestos antivelasquistas.
Por eso cuando el consulado oficialista pretendía tomar medidas contra él, tomo el camino de autoexiliarse e ir a vivir en Paris, donde continuó su campaña de agitación y propaganda. Al volver al Perú, caída la dictadura, trabajamos juntos para restaurar las libertades plenas. Pero lo que se demostró en su vida madrileña fue su posición belicosa y beligerante contra la dictadura militar imperante en el Perú. Alan no fue así alguien que apareció mágicamente en la política peruana, sino que venía de luchas contra el militarismo.