Gatopardo, pero peor

En la conocida novela italiana “El Gatopardo”, uno de los personajes pronuncia la ya célebre frase “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. En pocas palabras, la paradoja encierra el cínico objetivo de que no importa los cambios políticos que se produzcan, estos no deben terminar afectando en la realidad el establishment y sus intereses. Este gatopardismo se queda corto frente a la mendacidad y despropósito en los que acaba de reincidir quien funge de jefe de Estado.

Producida la crisis insalvable del tercer fugaz e impresentable Gabinete Valer, Castillo ofreció al país la “recomposición” del Consejo de Ministros a fin de que éste fuese de “ancha base y participativo” contribuyendo a superar el desgobierno y desmadre institucional que padece la República. Pasó un par de días y el cambio propuesto para que cambien las cosas no sólo es siquiera gatopardista sino nefastamente peor, debilitando aún más con la repartija ministerial la alicaída gestión pública en plena emergencia sanitaria, económica y social y comprometiendo gravemente el éxito de la estrategia estatal de lucha contra la covid-19. Pruebas al canto.

El nuevo jefe del Gabinete es un exministro de Justicia tachado por autoritario, intolerante y pro la aberrante Asamblea Constituyente. Los estrenados ministros de Salud, Energía y Minas y un par más están allí para cubrir y capturar la cuota exigida por la izquierda socialista radical cerronista y los demás que repiten el plato ministerial –salvo el de Economía y Finanzas y quizás otro- adolecen de idoneidad y mérito para el cargo en el que siguen gracias al amiguismo o la militancia con el ocupante de Palacio y/o su camarilla en la sombra siendo todos incapaces de convocar al acuerdo y la confianza ciudadanas. Castillo ha vuelto a mentir y defraudar y pretende continuar gobernando de espaldas a la inmensa mayoría de peruanos que lo repudia.

Cuatro Consejos de Ministros en siete meses resulta intolerable y el Perú no se merece este régimen que nos avergüenza internacionalmente. La oposición democrática en el Congreso tiene la palabra al igual que el pueblo de quien emana el poder. ¡AMÉN!

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