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Geopolítica regional y seguridad nacional
El golpe de Estado de Pedro Castillo ha traído consecuencias trágicas al Perú: la muerte de casi una treintena de compatriotas y la destrucción de propiedad pública y privada son hechos que lamentar e investigar. Posterior a la violencia, surgieron narrativas de polarización aún más drásticas que las utilizadas por el gobierno de Castillo.
A pesar de que siempre se han escuchado ideas separatistas (algo normal en casi cualquier república), las últimas semanas ha empezado una fuerte campaña de propaganda en redes sociales en pro de fracturar al Estado peruano. Algo bastante difícil de imaginar si se considera nuestra historia como Estado unitario. Además, podría ser considerado traición a la patria por atentar contra la soberanía nacional (por lo cual ya hay investigaciones abiertas).
Sin embargo, más allá de asumir esto como una estrategia de posicionamiento de algunos dirigentes en el contexto de la crisis política que vivimos, debemos pensar en el riesgo que representa para la seguridad nacional y, en ese sentido, quiénes se benefician de esta vulneración.
Los países, todos, funcionan con lógicas institucionales que se mantienen a lo largo de la historia, y estas lógicas responden a su geopolítica, que no es otra cosa que la proyección lógica de los Estados respecto a sus características geográficas, sociopolíticas, y su posición frente a otros Estados.
La posición geográfica de nuestro país nos convierte en el puerto natural de Sudamérica en el Pacífico, es lo que seremos siempre, y por eso un megapuerto de financiamiento chino se está construyendo en Chancay.
Los demás países de la región también tienen su propia proyección, y esta nos ha llevado a las diferentes guerras que hemos tenido entre latinoamericanos durante el siglo XIX y el siglo XX.
Antes de la famosa guerra con Chile, en base a la cual se funda nuestro concepto moderno de peruanidad, el Perú enfrentó la invasión militar de otro país vecino.
La proyección geopolítica de Bolivia, desde un inicio, estuvo concentrada en ingresar a territorio peruano por diversas razones, que incluyen los ingentes recursos minerales que existen en todo el sur del Perú.
Esto llevó a que en 1836 el general Santa Cruz, presidente de Bolivia, aprovechara la guerra civil entre Orbegoso y Salaverry, para invadir el Perú y formar la Confederación Peruano-Boliviana, que solo duró hasta 1839, cuando Santa Cruz fue derrotado por Agustín Gamarra, presidente restaurador del Perú (con apoyo de naciones extranjeras como Chile y Argentina que veían un peligro en la confederación).
En el contexto actual, la injerencia de países vecinos en asuntos de política nacional resulta más que preocupante, y las presuntas vinculaciones del gobierno de Pedro Castillo con Evo Morales como asesor político, pueden ir dibujando el panorama de los intereses más próximos de nuestro país vecino.
Si entendemos el accionar de los Estados a lo largo del tiempo, notaremos que incluso sus líderes coyunturales responden a lógicas inherentes de los países.
Desde la perspectiva de la defensa nacional, dadas las constantes declaraciones públicas y las reiteradas visitas al Perú de Evo Morales, además de la posición diplomática del gobierno boliviano, que le es afín, debe resultar preocupante que, en Perú, se pueda llevar a cabo una operación parecida a la de Crimea, donde, presuntamente, el gobierno ruso fomentó, económica y políticamente un movimiento separatista, que terminó por conseguir su independencia, para al poco tiempo anexarse a Rusia.
Considerando el proceso histórico, político y social que ha definido al Perú y su geopolítica, las voces separatistas podrían estar respondiendo, directa o indirectamente, a intereses de otros Estados.
Queda preguntarnos si el gobierno de Castillo, al requerir respaldo internacional para mantenerse en el cargo, no terminó poniendo en peligro la seguridad nacional y, con esto, el concepto de Estado de derecho que cimienta nuestra democracia.