Gobierna una organización criminal
La bola de nieve es imparable. La Fiscalía de la Nación acaba de incorporar a dos figuritas más al panel que describe cómo se conforma la organización criminal que lideraría el jefe del Estado, Pedro Castillo Terrones. Se trata nada menos que del primer ministro Aníbal Torres Vásquez y del ministro de Justicia Félix Chero. En cualquier país medianamente decente, la población ya habría puesto el grito en el cielo y todos los integrantes de esta mafia estarían tras las rejas. No obstante los peruanos vivimos una indescriptible pesadilla que impide que la sociedad se indigne sabiendo que sus gobernantes están imputados por el Ministerio Público por conformar nada menos que una organización criminal. Un caso de sicopatía generalizada absolutamente dramático, digno de análisis.
Según el organigrama de esta organización criminal que presenta la Fiscalía de la Nación, la cabeza, repetimos, es Pedro Castillo Terrones. Lo integran, tanto su esposa como su hija putativa; dos cuñados suyos; y Aníbal Torres Vásquez, el primer ministro –cuyos hermanos habrían sido beneficiado, contraviniendo la ley, con millonarios contratos con el Estado; Félix Chero, ministro de Justicia; el ex secretario general de palacio Bruno Pacheco; el ex ministro de Transportes y Comunicaciones Juan Silva, en la actualidad prófugo; el escolta presidencial Aladino Irigoin, etc... Es decir, el hampa criolla arremolinada en palacio, liderada nada menos que por el presidente de la República.
¿Es posible que esto ocurra en un país, y que no pase nada? ¿No resulta más que indignante que la gente tome semejante atentado contra la moralidad y las leyes como la cosa más normal? ¿Acaso no es esto un ejemplo clarísimo para que toda la ciudadanía haga exactamente lo mismo en su vida diaria, tal como lo hace la camorra que preside el plagiario Castillo ¡Y NO PASE NADA!? ¿Esta es una sociedad civilizada, una ciudadanía digna, un pueblo honesto? ¿O, más bien, no es esta la comprobación más ominosa de que la sociedad peruana ha descendido a los más fétidos sótanos de la criminalidad, la deshonra y el caos, por culpa de gobernantes criminales que han venido delinquiendo uno tras otro, llevándose impunemente a los bolsillos –hasta ahora- billones de dólares que le han robado al país? Salvo Alberto Fujimori, que sigue purgando condena por malversaciones, crímenes y violaciones constitucionales, los mandatarios que le sucedieron –Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra (Sagasti no tuvo tiempo)- están todos libres. ¿Responsables? Esos fiscaletes Rafael Vela Barba y José Domingo Pérez, la parejita tempestad de la Fiscalía Anticorrupción que, en el fondo, ha resultado ser un fracaso estrepitoso. Porque tanto Vela como Pérez, a lo largo de seis años y medio, han sido incapaces de formalizar ante el poder Judicial las acusaciones correspondientes contra semejantes peces gordos.
Y claro, como heredero de la presidencia, Pedro Castillo alucinó que le había llegado el turno para robar y convertirse en millonario, conformando una mafia criminal dedicada a hacer exactamente lo mismo que sus predecesores. Pero a lo bestia; de acuerdo al coeficiente intelectual de los miembros de su régimen.
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