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Gobierno fallido

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Fecha Publicación: 08/10/2021 - 22:45
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Se entiende por Estado fallido “aquel que no puede garantizar su propio funcionamiento o los servicios básicos de la población. Eso puede deberse a que ha perdido el monopolio de la fuerza, sufre un vacío de poder, legitimidad disputada, instituciones frágiles, o carece de capacidades y recursos para satisfacer las necesidades esenciales de sus ciudadanos, entre otras causas”.

La definición descrita podemos aplicarla, en lo esencial, al hecho que estamos frente a un Gobierno fallido, lo que explica las contradicciones entre sus líderes, marchas y contramarchas, silencios y chirridos, amenazas a las inversiones al mismo tiempo que anuncios de brindarles apoyo, la palabra empeñada de no expropiar empresas y en paralelo sostener que se proponen nacionalizar el yacimiento gasífero de Camisea.

Un Gobierno fallido también se proyecta cuando el premier y su partido demandan públicamente la renuncia del ministro y viceministro de Relaciones Exteriores en momentos que el mandatario se encuentra de gira en el exterior. Al retornar al país, éste expresó su disposición a dialogar respetuosamente con el Congreso y más adelante, ataviado con vestimenta indígena, tocado de plumas y rostro pintado, los emplazó sonoramente a debatir (sin zapatos) en el VRAEM.

Gobierno fallido, asimismo, porque hoy no cuentan con bancada propia, después del despido de Bellido, que tuvo como respuesta que el bloque parlamentario de Perú Libre sostenga que los nuevos ministros no los representa, clasificándolos de traidores a su agrupación, además de soltar otros adjetivos calificativos.

Además, la composición ministerial ha sido (y es) una confusa mezcla de diversos sectores, desde el más radical, donde algunos miembros están comprometidos con Sendero Luminoso y otros denunciados o procesados por apología al terrorismo, hasta aquellos menos extremistas, más prudentes, como los ministros de Justicia y Economía. Esta apreciación, naturalmente, se extiende al gabinete liderado por la señora Mirtha Vázquez, que sólo definirá su rumbo si descarta la convocatoria (ilegal) a una Asamblea Constituyente y marca distancia con el Foro de Sao Paulo y las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Difícil entender este rompecabezas, ¿no?, pero sería menor el esfuerzo recordando que Pedro Castillo ganó la presidencia como candidato de Perú Libre, con su símbolo, programa y respaldo de la dirigencia nacional. Más aún, nunca observó el ideario de esa agrupación, sino que asumió plenamente sus propuestas en calles y plazas, con el puño en alto; ahora paga el altísimo costo de no honrar sus compromisos de la campaña electoral.

Es decir, Castillo seguiría trabajando en un colegio de Chota o activando en el sindicato Conare-Movadef si no hubiera sido seleccionado como candidato por Vladimir Cerrón, que lo catapultó a la presidencia. Por ello, ningunear a su partido o hacer tabla rasa del ideario constituye la matriz del caos, del desorden, de la confusión y falta de rumbo del régimen, situación que se ha agravado cuando sectores del Gobierno y Perú Libre han desenvainado sables para el combate político, en circunstancias que sobrevivimos en un país doliente con doscientos mil muertos por la pandemia, miles de personas desempleadas y altísima tasa de criminalidad.

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