¿Gobierno sin oxígeno?
Dijimos la semana pasada que el Gobierno debía dejar el modo Covid para recuperar su iniciativa de agenda en la reanudación de actividades y en la reactivación económica. Tras 1,848 horas de aislamiento social obligatorio —alias cuarentena rígida y forzosa— los únicos resultados visibles en la gestión gubernamental durante la pandemia son aquellos vinculados a la contención sanitaria. Pero resultados en su estrategia de orden público, de inclusión social o de reactivación económica no vemos muchos.
Lo que sí vemos son enormes brechas en la entrega de bonos, grandes dificultades para darle un voto de confianza al empresariado formal que necesita salir a las calles para recuperar su actividad productiva y comercial, y un rancio discurso autoritario en sectores como Defensa e Interior, que parecen no tener la menor idea de cómo enfrentar la especulación y falsificación de medicamentos y certificados de pruebas moleculares, el incremento de actos delincuenciales o la salida descontrolada del sector informal.
Si el país quiere tener futuro, este gobierno debe entender que el mayor riesgo ya no está en el colapso de los hospitales. El mayor riesgo se encuentra en la quiebra potencial y real de millones de empresas formales y emprendimientos informales, que no podrán recuperar su capacidad para generar riqueza, rompiendo un círculo virtuoso de generación de empleo, ingresos y tributos que, tarde o temprano, hará colapsar los hospitales no por falta de oxígeno o camas UCI, sino por falta de recursos para invertir en ellos.
Y esta falta de ideas se ve reflejada en las conferencias de prensa en Palacio. Nada nuevo, salvo constatar que el virus sigue llevándonos la delantera. Antes por más y hoy por menos, por cierto. Pero sigue adelante. Pero eso no significa que nuestras autoridades se queden pasmadas y renuncien a mirar el mediano y largo plazo de la convivencia económica y social.
En esta perspectiva, implementar la nueva convivencia y normalidad va mucho más allá del discurso filosófico o los buenos deseos. Tenemos que ser capaces de aterrizar protocolos reales y aplicables en los distintos sectores económicos y sociales del país y del territorio nacional. Tenemos que ponerlos en práctica en el menor tiempo posible. El tiempo, lamentablemente, nos juega en contra.
Nada más alejado del espíritu de la promoción y prevención de la salud pública, que convertirlo en un pretexto para justificar la escasez de ideas en sectores productivos y de inclusión social. Nada más alejado del espíritu del servicio, que confundir protección al ciudadano con sometimiento de su libertad por la salud. El Gobierno debe confiar en el sector formal, porque es su mejor arma para contrarrestar la dictadura que pretende imponernos el mundo ilegal.