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¿Guardianes de la democracia?

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Madeleine Osterling
Fecha Publicación: 25/02/2020 - 22:10
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Los corifeos no desentonan, se turnan, consistentemente, para conseguir la gracia del “altísimo”. No desmayan en demostrar que Martín Vizcarra es imbatible en las encuestas, siempre muy por encima de su gabinete y, sin querer, confirman que lo único que no retrocede en el Perú es su envidiada popularidad.

Mientras las Asociaciones de Prensa siguen defendiendo, de manera hipócrita, “No hay sociedad libre sin prensa libre, no hay democracia sin prensa libre”, en el Perú, la mayoría de los medios, completamente alineados, protegen una democracia de juguete. Es un tema de cómoda supervivencia, han renunciado a todos sus principios por unos pocos años más de vida. Ninguno se atreve a admitir que es una industria en crisis, que el papel agoniza, que se desangra, que hay muchos muertos en el camino porque no han sabido reciclarse ante la irrupción de los teléfonos inteligentes y las redes sociales; han sucumbido frente a los nuevos consumos y las estrategias digitales. A más inri, está comprobado que una subida de precio de pocos céntimos solo provoca menor tiraje y aún más pobreza. Dan vueltas sobre el mismo círculo de impotencia.

Desafortunadamente, esta decadencia económica les ha quebrado la voluntad y los ha hecho esclavos del poder. Una prensa seria y responsable no debería casarse con el gobierno, pero en nuestro país, salvo escasas excepciones que merecen nuestro mayor reconocimiento y aplauso, la prensa no tiene el mayor reparo en desinformar, deliberadamente, para tratar de llevar a los peruanos al redil ideológico del mejor postor. Alguna vez la hubo seria y esforzada en tratar de hacer inteligible lo que ocurría en el país; hoy son unas veletas poco confiables.

Me pregunto si habrá forma de acabar con tanta patraña y manipulación, si aún existe la esperanza de tener una prensa verdaderamente libre, que no reciba su único oxígeno del omnipotente aparato estatal, para actuar como ariete de aquellos que pretenden imponer una dictadura de pseudo ideas, presentadas en papel de regalo para que parezcan más atractivas.

Es indispensable contar con una prensa independiente, a la que se le tenga respeto y credibilidad. Esencial que permanezca como el mecanismo más eficaz de denuncia pública contra los delitos y atropellos del poder, como en su momento lo fuera, por citar un ejemplo emblemático, la carta abierta al presidente de la República francesa de Emile Zola, en el diario L’Aurore, por los errores judiciales cometidos en el caso Dreyfuss.

Las persecuciones son nefastas. Como bien diría Toni Morrison en su conferencia del 2004, War on Error: “La ira tiene un objetivo limitado y graves debilidades (…) Sofoca el entendimiento y sustituye la acción constructiva por un teatro sin sentido”. La prensa juega un rol fundamental para que no se traspasen límites, para controlar las pasiones que desnaturalizan los juicios, pues en este escenario, se convierte en el último filtro previo a un linchamiento injusto.

Desafortunadamente el mecenazgo en los medios nunca será desprendido, entonces, pareciera una vuelta sin retorno.