Guernikado
Bastó con verla, soberana en celeste y rosa sobre ese paisaje rimense con cerro, iglesia, columnas torneadas y alcancía, para saber que éramos los unos para el otro. Ella con el Niño en brazos, mirándome desde la pared de la galería Borkas, y yo, mismo rayo, preguntando el precio, que pude pagar. Desde entonces, mayo de 1995, hasta hoy, agosto de 2023, la Virgen con Niño, 1.80 x 1.27, son guardianes de mis soñares y testigos de mis despertares. Resumiendo, esta puede ser parte de la historia de Juan Echenique, recién egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú y el primer óleo que vendió. Óleo en que son claros, definidos los trazos que Juan ya había tomado de la obra de Picasso, no para reproducirlos o copiarlos, sí para tenerlos como materia que explorar, desplegar, manejar.
Con el tiempo los ha convertido en identidad de su trabajo, que ahora tenemos a la vista en Guernikado, exposición que inauguró el miércoles 16 en el Centro Cultural Juan Parra del Riego, avenida Pedro de Osma 135, Barranco. Lienzos de variado formato, 20 trabajos del 2016 a 2020, en color; 17 en grises, desde el 2020. Técnica y estilo en esos retratos, escenas, situaciones que en el trazado de sus dinámicas y decididas líneas y formas tienen como referente y señal de partida la totémica obra de Picasso con la que Juan inició dialogo siendo alumno en la ENBA y el país vivía una realidad de violencia que abría honda huella de sangre y muerte, que él vio similar a la que marcó a Guernica como territorio de sacrificio.
El desgarro y denuncia ante la matanza no es lo único de Picasso que él recorre con la mirada y en lo que ha puesto el pensamiento buscando motivos. Ve cada una de las etapas del genial español como fuente de la que bebe para pintar con libertad, individualidad, sin dictados, con seguridad en su decisión, en su rumbo. Esencia que está presente en ser lo que es y ha sido en cada una de sus realizaciones. Satisfacción para él y disfrute para quien se acerca a su pintura y recibe lo que le están brindando.
Juan Echenique era niño que en la Biblioteca Infantil de Tarapoto buscaba cuentos para leer. Un día encontró un pequeño libro sobre Picasso y su grito por el bombardeo de Guernica. El recuerdo de esas imágenes lo acompañó esperando el momento para brotar. Llegó cuando era alumno en la ENBA donde Jorge Bernuy fue el guía, gratamente recordado, que abrió ruta y le dio señas para conducirse y encontrar la visión del arte, que Juan no ha perdido, y el oficio de la pintura, que no ha dejado de ejercer.
A ese recuerdo que brotó le abrió el cauce que ha sabido cuidar y mantener limpio, dejando fluir su capacidad para crear series en que conviven elementos tomados casi al pie de la letra que con la expresión de su caligrafía ha convertido en suyos y los muestra con elocuente y cómoda independencia en la obra que no niega filiación, porque es hija legal, declarada y bien tratada en imágenes que en un momento ofrecieron detalles de su ambiente en que puedes vivir el color de su paisaje cotidiano, la geografía de su región, selva peruana en Tarapoto.
Desde igual cercanía observa y comenta el escenario de vibración íntima con los desnudos en plácido reposo o recoge con calidez el disfrute amical de personajes que puede identificar, como en Café, pieza que tenemos en esta Crónica. Al independizar sujetos de Guernica, sin que pierdan su fuerza y sentido, los convierte en protagonistas de un nuevo territorio en que él es el creador. En el catálogo, Pedro Miqueas Chauca Ortiz tiene palabras que son buena compañía al recorrer esta nueva exposición de Juan Echenique. Diré, no se la pierda.
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