Hablamos de guerra
Francisco “Paco” Igartua fue un periodista excepcional que desarrolló un olfato agudo para prever circunstancias políticas insospechadas, producto de su lectura histórica basada en la duda cartesiana y una larga experiencia de confrontaciones, persecuciones y exilios. Fundador de las revistas CARETAS y OIGA, seguir su palabra escrita resultó inevitable durante cuatro décadas. Era su marca quijotesca –así lo inmortalizó Fernando de Szyszlo en un cuadro– jugarse la vida por lo que creía, sin cálculos ni retrocesos.
Dos anticipos de Paco que seguí de cerca (el primero como lector, el segundo como redactor de la sección política de OIGA) fue el proceso evolutivo de Sendero Luminoso y la voluntad de Alberto Fujimori de romper con el Estado de derecho tras asumir la presidencia constitucional.
Efectivamente, en septiembre de 1980 OIGA salió a los puestos de venta con un titular impactante: “Así empezó en otras partes”. Aludía en sus páginas interiores al estallido de petardos durante un desfile escolar en Ayacucho, lo cual complementaba la quema de ánforas y planillones electorales en el distrito de Chuschi, provincia de Cangallo del mismo departamento el 17 de mayo de ese año. Todo ello reivindicado por la banda terrorista de SL.
Tales acciones no merecieron mucha atención del segundo gobierno de Fernando Belaunde, ni de los políticos y menos de la prensa nacional. Se consideraban extravagantes y propio de una facción radicalizada del Partido Comunista del Perú. Paco y OIGA visualizaron la desgracia que se nos vendría y persistieron en la alerta.
Una alerta que fue escuchada demasiado tarde.
Y lo del proyecto golpista de Fujimori de 1992, lo narró hasta casi con detalles poco más de un año antes de perpetrarse. En su momento, también fue objeto de burlas y acusaciones de exageración.
Porque aprendí mucho al lado de Paco, no compartiendo todos sus enfoques, hago mía su terquedad para subrayar la previsión que tuve de una indeseada guerra civil, consecuencia del entrampamiento institucional de nuestra democracia. Guerra descaradamente alentada hoy por Pedro Castillo y su imputada organización criminal donde ministros felpudos creen argumentar sólidamente a favor de su amo.
“No hay nada que cuidar ni preservar. Hubo mucho que construir y no se hizo a tiempo. Por eso me temo que lo más cercano a nuestras vidas es la guerra civil”, escribí en esta columna el 18 de julio del año pasado, antes que Castillo tomara juramento. “Sostengo que la democracia como fundamento de la vida política y social de los peruanos, ha desaparecido hace tiempo... La calle es el verdadero escenario de dilucidación de los asuntos públicos”, reiteré en noviembre y en otros artículos más.
No será una guerra convencional, por supuesto. Como vemos, será encendida por los remanentes de los grupos subversivos resguardados en el Movadef y el Conare, bajo el apoyo público de Castillo. Consistirá primero en operativos fascistas contra adversarios y la prensa. Luego la anarquía marcará el rumbo.
Hablamos de guerra. Guerra habrá.