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Hacer las cosas bien

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Fecha Publicación: 17/11/2023 - 21:50
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En una investigación de campo realizada el pasado noviembre, titulada “Realidad adolescente: autorreflexión, perspectivas y contexto”, se preguntó: ¿Cuál crees que es la mayor dificultad en tu país? De un universo de 621 estudiantes de cuarto de secundaria, el 38% señaló que la corrupción. Este porcentaje da noticia de lo “normalizada” que está, al punto que se ha convertido en un tópico más de las conversaciones en familia, en los cafés, en los centros laborales, en los barrios, etc. Estamos ante un fenómeno que se ha incrustado en las profundas y sensibles costuras de la sociedad peruana. Los medios de comunicación dan cuenta de que campea la impunidad gracias a la tibieza y las ideologías que atenazan al poder político.

En una sociedad caracterizada por la renuncia y opacidad de la razón de ser de sus instituciones, la desesperanza y desconfianza se extienden y ramifican en todas sus instancias cotidianas, con lo cual se hace mucho más oneroso que los criterios éticos y morales reverdezcan una cultura que acompañe una convivencia pacífica y fecunda. Con una cultura debilitada y la corrupción normalizada, ¿cómo combatirla? Un paso sería reconocerla como un enemigo real que precisa de políticas y gobernantes comprometidos a batallar sin tregua en diversos frentes en pos de la segura victoria.

La corrupción –al margen de consideraciones legales y morales– encuentra terreno fértil para su expansión e irradiación en un estilo sociopolítico que coquetea con la medianía y con la criollada en el actuar, en el trabajo, en la palabra empeñada y con la verdad. Cuando se instala como costumbre la mediocridad, la convivencia se torna injusta: no se le da al “otro lo que le es debido”, en el ámbito familiar, laboral, amical, cívico y social. ¿Cómo inculcar y abrazar la mentalidad de hacer las cosas –que me incumben– bien?

La escuela y la familia que educan –complementariamente– para la vida, pueden enseñar a las nuevas generaciones a que den lo debido como estudiantes, como compañeros, como amigos y como hijos. Por ejemplo, si aprenden que la libertad tiene como correlato la responsabilidad, sabrán aceptar con hidalguía el puntaje obtenido en una prueba y, en el futuro no recurrirán a trampa alguna para cambiar los resultados. Si es capaz de comprender que con su futuro trabajo brinda un servicio a la sociedad, valorará el esfuerzo y estudio para adquirir conocimiento y se esmerará en poner sus talentos en favor del bien común.

A la mediocridad se le derrota con la afirmación e incremento del bien en el actuar y en el obrar. Agregar valor implica realizar una acción con recta intención, inteligencia y con oportunidad. Es importante rescatar el mundo de la vida (Husserl) y sus instancias: las tradiciones, el orden, las costumbres, la autoridad, las instituciones, la moral… para que debidamente estructurado, resista los embates de la corrupción. Desde esta óptica, la familia, la escuela, los cuerpos intermedios tienen que recapitular la tarea de la socialización para extender los valores propios de cultura de lo “bien hecho”.

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