Hacer lo mismo
Con el ánimo de conseguir que un grupo de personas deje de ser extraño entre sí, los especialistas suelen recurrir a la formulación de preguntas que, por su sencillez y frescura, facilitan que las respuestas inviten a la distensión y al diálogo. En cierta ocasión, un experto expuso la siguiente pregunta: ¿qué es lo que llevarían siempre consigo? Las intervenciones fueron espontáneas, nutridas y diversas. La diversidad de respuestas no es sino reflejo natural de la singularidad de las personas. De todas las declaraciones reportadas, me gustaría comentar puntualmente unas pocas. El celular es una herramienta básica para sus actividades sociales y laborales, por eso siempre lo llevan consigo. Otra respuesta tenía que ver con tener siempre a mano una muda de ropa deportiva en la maletera del automóvil. La salud, el bienestar corporal y el sentirse bien justificaban dicha práctica. Finalmente, una participación personal señaló que “yo siempre llevo este anillo a donde vaya”.
En efecto, lo que uno lleva siempre consigo no son las cosas, ni lo que, en cierto modo, nos adorna, sino el modo de ser y la personalidad. Lo que uno es, la propia identidad, se asienta en los principios, las creencias rectoras de la propia vida, criterios que rigen la conducta, las acciones y los motivos que animan las relaciones interpersonales. Las felicitaciones y los buenos deseos que se expresan sentidamente para el año nuevo que comienza alientan para mirarlo con ilusión y esperanza. Pero lo que viene: el año y lo que abriga, impacta, es acogido y procesado por una persona que, si sabe lo que quiere y busca, podrá sacar un gran partido a todos los años nuevos.
La visión, los principios y la propia filosofía son como anclas: mantienen firmes y seguros a los barcos. Sin éstas, un barco es llevado por la corriente de aire a un destino que ni siquiera se ha propuesto. De modo similar, sin una filosofía de vida, el hombre pierde peso, arraigo; por tanto, es movido por las circunstancias, por sus vaivenes anímicos, por sus caprichos, por lo que piensan y dicen otros, etc. Si uno no depende de sí para configurar y abrazar su proyecto, sino de otros, ¡qué vacío puede resultar escuchar “¡Feliz Año Nuevo!”! Si no se sabe a dónde ir, poco interesa el camino que tome y el medio de locomoción que se elija. En cambio, si se sabe por dónde aparece el sol, uno sabrá ubicarse de tal manera que estará disponible para usufructuar su luz y su calor.
Me he guardado para el final un comentario recogido como en nota de pie de página. ¿Qué harías si te dicen que te quedan pocos días de vida? Haría lo mismo, haría lo de siempre. Por analogía se puede aplicar al inicio del año nuevo. Usualmente, el primer día no ocurren cambios radicales ni revoluciones en los escenarios. Nos enfrentamos a lo mismo que el año que termina. ¿Qué hace atractivo el nuevo año? La ilusión y esperanza de hacer mejor las cosas que siempre hacemos.
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