¿Hacia dónde vamos?
Han pasado setenta días desde que un nuevo gobierno asumió la conducción de nuestro país. En este lapso hemos sido testigos de innumerables enfrentamientos internos que por momentos nos hicieron dudar: ¿quién realmente gobierna?, ¿cuánto daño podían ocasionar?, ¿hasta cuándo lo permitiremos?
Lo que hemos visto hasta ahora es muy pobre. Bellido, Cerrón, Bermejo, con la silenciosa complicidad de Castillo, parecen empeñados en destruir la poca confianza que queda en el país desde que la “dictadura electoral” proclamara a Perú Libre ganador de las elecciones.
Todo el gobierno trabaja a tiempo completo exacerbando por calles y plazas la lucha de clases. Victimizándose buscan conseguir las firmas que posibiliten convocar un referéndum para una nueva Constitución que, maquillada de equidad y justicia social, les permita legalizar los mecanismos nada democráticos para perennizarse en el poder.
Es evidente que el Gobierno quiere cerrar el Congreso, por ello hacen bien los legisladores en proteger su institucionalidad, aprobando previamente el marco legal para regular la cuestión de confianza y en paralelo apurar el nombramiento de los miembros con mandato vencido para legitimar un nuevo Tribunal Constitucional, el único que, ante la prepotencia y el abuso, podría asegurar el pleno respeto a la ley, evitando se vulneren nuestros derechos y se atente contra la propiedad privada.
Preocupa la obsesión del Gobierno por nacionalizar los recursos naturales. ¿Por qué quieren imponer un Estado gestor que ha fracasado en el pasado reciente? ¿Por qué razón el Estado ahora lo podría hacer mejor? ¿Tienen la cantidad y calidad de profesionales para hacerlo? Hasta hoy sólo han demostrado que no tienen cuadros suficientes ni para armar un gabinete.
Tenemos claro que ese modelo sólo ha promovido la corrupción. El Estado es la agencia de empleos de Perú Libre, que no respeta la meritocracia. Ha descabezado las gerencias que ocupaban profesionales de carrera, para reemplazarlos por militantes que no tienen las credenciales mínimas exigidas y no están preparados para cumplir la función.
Castillo parece no darse cuenta que ahora es quien gobierna. Nos quiere seguir engañando con su bipolaridad, uno el candidato que emocionado ofrecía gobernar para su pueblo, otro el sindicalista cargado de resentimiento, con olor a pólvora, que busca reivindicar las luchas perdidas.
Ahora debería comenzar a demostrar que puede gobernar, sin expropiar, que es capaz de generar confianza y recursos que permitan dar respuesta a las grandes necesidades de millones de peruanos que en pobreza siguen expuestos a una pandemia que no se termina de ir.
Gastar y regalar es muy popular, mientras tenga recursos para hacerlo. Cuando el dinero se acabe, comenzarán a mirar hacia lo que tienen hasta los pequeños emprendedores.
Ha quedado claro que la palabra de maestro se ha devaluado tanto como el dólar.
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