ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Harvey Colchado es un policía político

Imagen
Fecha Publicación: 23/01/2025 - 21:50
Escucha esta nota

Harvey Colchado fue, y aún es, el policía político de la dictadura caviar. Él es la versión pobre de O’Brien, el personaje de la novela “1984”, de George Orwell. En el mundo de Colchado, en su Oceanía, el Gran Hermano es la dictadura caviar. Por supuesto, la dictadura caviar es una realidad subyacente al sistema político peruano formal. Precisamente, él le sirve policiacamente a la crueldad totalitaria de dicha subterránea, que con él y su trabajo policial se impone, incluso, a través de la supresión de la propia condición humana.
Michel Foucault, en su genealogía de la policía, dice: “Según la recopilación de normas de policía en tres volúmenes llevada a cabo por Nicolas Delamare, la policía debe ocuparse de los siguientes dominios: la religión, las costumbres, la salud y las subsistencias, las ciencias y las artes liberales, el comercio, las manufacturas y las artes mecánicas, los domésticos y los obreros manuales, el teatro y los juegos, y el cuidado de los pobres”.
La narrativa de vida policial de Colchado es foucaultiana, constituye una distopía política completa.
Distingamos al persecutor político: Ha participado del suicidio político del presidente Alan García, del encarcelamiento político de la candidata presidencial Keiko Fujimori, de la persecución política a la fiscal de la nación Patricia Benavides, y de otros casos emblemáticos de política, biopolítica y necropolítica. Su tarea policiaca es uno de los componentes más mortíferos de la guerra caviar y de sus mecanismos, el lawfare y el infowar. Es el policía que trabaja con fiscales y periodistas para destruir políticos y ciudadanos opositores.
Colchado es como O’Brien, y viceversa: el personaje de ficción era oficial de la Policía del Pensamiento y miembro del Partido Interior, y el policía político peruano era jefe de la policía política llamada “División de Investigación de Delitos de Alta Complejidad – Diviac” y miembro de la Hermandad caviar.
Por supuesto, a Colchado no le es posible tener su Winston Smith, su discípulo distinguido.
Como la sociedad orwelliana, la Oceanía de Colchado tiene su tecnología del seguimiento: en la distopía, el Gran Hermano se procura los mecanismos para controlar los pensamientos y hasta las expresiones de los rostros de los ciudadanos; en tanto que Colchado y la Diviac recurren a los seguimientos y las interceptaciones telefónicas.
Hoy, en el retiro, Colchado parece abrazar la utopía de la carrera política, incluso presidencial: puede querer ser la versión policial del militar Ollanta Humala. Dicen que hasta Alejandro Esparza Zañartu, el represor policial y político del ochenio de Manuel A. Odría, mascullaba algunas ideas. Pero Colchado no tiene una sola idea filosófica, moral o política. A Colchado le gusta el poder por el poder mismo.
En verdad, Colchado ya ha ejercido su poder policiaco distópico, en su Oceanía: en el Ministerio del Amor, desde donde administró torturas mentales y demás castigos biopolíticos; en el Ministerio de la Paz, desde donde administró la guerra y la paz caviar; y en el Ministerio de la Verdad, desde donde habría manipulado documentos judiciales e históricos.
Colchado, como todo policía totalitario, tuvo un “éxito policial”, si bien inmediato, también ficticio y sujeto a una coyuntura determinada. Como O’Brien, Colchado parece creer que “La guerra es paz” y, más precisamente, que “La paz es guerra”.
El Perú tiene un régimen político y constitucional democrático, y una sociedad moderna. La policía peruana no debe, y no puede, ser una policía política.
Finalmente, Harvey Colchado es un policía orwelliano, un policía político. Por tanto, Colchado es un político. Pero la sociedad peruana no es su Oceanía, sino una sociedad moderna.

Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.