Hasta el 2026
La algarada comunista que está asolando el Perú para tomar el poder y derribar el Estado de derecho parece estar languideciendo. Era previsible pero la situación apremiante de la violencia terrorista y los muertos producidos por esta les ganaron la moral a muchos y tocaron de nervios a lo que queda de la clase política, especialmente al débil Ejecutivo y al precario Congreso. En síntesis, cayeron en el juego de la narrativa senderista del “adelanto de elecciones” y del que “se vayan todos”.
Ahora, con la cabeza más fría la presidenta y el Congreso deberían tomar nota de que el cuento de que la situación política es insostenible es un cuento chino. Empieza a producirse en la población mayoritaria el efecto contrario al caos desatado por los comunistas y, por lo tanto, pronto veremos un rechazo generalizado a la turbamulta tanto en Lima como en provincias. Para ello es indispensable la intervención de las Fuerzas Armadas dentro del marco constitucional para ir liberando el territorio ganado por los sediciosos.
El ejemplo de mayo del 68 en Francia sirve de ejemplo para aquellos que se atarantan por la muchedumbre. Al igual que hoy en el Perú, la Francia del general De Gaulle parecía ingobernable y sumida en la revolución. Tal fue el convencimiento de De Gaulle que él mismo cayó en pánico y huyó a una base francesa en Baden Baden, Alemania. Allí, emplazado por sus generales De Gaulle comprendió que debía regresar a Francia y hacerse cargo de la situación. El argumento de los generales fue muy simple: la mayoría de los franceses estaban hartos de la violencia y querían paz. Al amparo de la constitución de 1958, De Gaulle convocó a elecciones para la asamblea legislativa en un lapso de 40 días. Barrió. Los comunistas, socialistas y anarquistas quedaron por las patas de los caballos y perdieron la mitad de sus escaños. Eso demostraba cuán equivocados habían estado los revolucionarios, intelectuales y el propio De Gaulle sobre el apoyo de los franceses. La constitución de De Gaulle sigue vigente hasta la fecha. Aprendiendo de las lecciones de la historia o si se quiere en cabeza de turco, aquí no hay necesidad de elecciones anticipadas ni complementarias ni de que se “vayan todos”.
Lo único necesario es que se respete el Estado de derecho y se restablezca el orden público al amparo de la Constitución. La “mayoría silenciosa” de la que hablaba Nixon y que le dio la victoria electoral precisamente en 1968, en una situación de convulsión social parecida a la de Francia es la que apoyará la paz social si ve que existe el liderazgo adecuado. Por eso es tan importante que Dina Boluarte, quien ha expresado que no va a renunciar, dé señales claras de que va a gobernar y no de que quiere tirar la toalla en el ring del Congreso. Y las fuerzas democráticas en la representación nacional no deben claudicar al juego de comunistas y caviares. La calle, los gritos y las piedras de unos cuantos no deben ni pueden marcar la agenda política y constitucional del país. Basta de timoratos como los que dejaron caer a Merino.
La presidenta y el Congreso deben terminar su mandato el 2026. El Perú y los peruanos esperan firmeza de sus autoridades y nada más. Porque el que se rinde antes de dar batalla de hecho la perderá.