Hasta el cien
No terminan jamás nuestros papelones en torneos internacionales. Cálculos a contramano a ver si nos toca algo en el fondo de las posiciones alimentan los opinólogos, también osados dirigentes, y sus predicciones respecto de lo que puede suceder al más allá. Sin rubor y sí con mucha frescura nos endilgan comentarios que no se traducen en realidad porque lo único y sustantivo es que nos quedamos con las manos vacías.
Y este libreto que conocemos desde el siglo pasado y que tendrá aún una larga duración por otras prolongadas décadas, nos sacude del letargo para hacernos ver que el fútbol no es lo único. Pero no siendo el único es el que marcha a la vanguardia de nuestros desastres deportivos, en los que luchan por ocupar un lugar de privilegio, el vóley, el básquet, el boxeo, entre otros apreciados postulantes.
Si bien es cierto hemos expresado nuestras opiniones varias veces en cuanto a la debacle del vóley por la manifiesta incapacidad dirigencial, lo que se suma a este dramático escenario es nuestro baloncesto, que aún estamos empeñados en indagar si existe o es acaso un espejismo, vemos con enorme tristeza que el boxeo, es un mero remedo de lo que fue tiempo atrás cuando gozábamos los peruanos de nuestras figuras emblemáticas.
Bom Bom Coronado, Mauro Mina, Roberto Dávila, Marcelo Quiñones, Fernando Rocco, nuestros olímpicos Carlos Burga y Alberto Rossel, Luis Ibáñez disputando el primer título mundial para el boxeo profesional peruano, Orlando Romero, Oscar Rivadeneyra, y otros más le daban actividad permanente al deporte de las “narices chatas”.
Y por supuesto los aficionados respondían plenamente a su convocatoria cada viernes en la Bombonera del Estadio Nacional en los tradicionales festivales “Guantes de Oro” que podían llenar sus pequeñas instalaciones con largas filas de seguidores en las puertas pugnando por un lugar en sus remendadas butacas o asientos de cemento.
En tanto el periodismo tenía especialistas en la materia y no era que cualquiera se pusiera a comentar el boxeo. Todo lo contrario. Leer o escuchar al argentino Boris Sojit, Eduardo San Román, Oscar Artacho, Otto Salas Proaño, Guillermo Alcántara, Alberto Labó, Juan Velarde, era un deleite de conocer y escudriñar en sus aspectos más íntimos, haciendo del boxeo ya sea amateur o rentado, una disciplina que cada día tenía más seguidores. Cómo agradecerles por ese empeño en hacerla grande y popular.
Espacios en la televisión nacional dedicados a la transmisión de la jornada “al aire libre” con cuadriláteros instalados en los barrios más populares de Lima y Callao, o de igual manera, programas en señales de cable que hacían recuentos semanales del boxeo, de preferencia internacional, eran preferidos por el público porque se había convertido en un producto consumido con voracidad.
Recoger las opiniones de egregios dirigentes, incluso de talla internacional, como Oscar Terán, Eduardo Thomberry, o el inigualable Max Aguirre en sus piqueítos en la televisión, hacían que el boxeo compitiera en una “esquina” con la agresiva y mayoritaria difusión del fútbol.
Todo ese bagaje e historia “cultural” se ha perdido. Como si los archivos del boxeo fueran tomados por el fuego y calcinados sin el menor reparo. Estamos frente a la destrucción de un deporte que tiene hace rato sellada su partida de defunción.
Las generaciones jóvenes no miran hacia atrás cuando se trata de encontrar algo más en nuestro pasado. Ya no hay programa en la tribuna norte del Estadio Nacional, la Bombonera está jubilada y la afición en extinción. Otro deporte que no existe más en el país.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.