“He visto la tumba vacía, la gloria del Señor y vivo a Cristo”
Felices Pascuas a todos!
Hoy es Domingo de Pascua, el día más grande para nosotros, los cristianos. ¿Cómo saluda la Iglesia Oriental? Con gozo dice: “¡Cristo ha resucitado!” Y el pueblo responde: “¡Verdaderamente ha resucitado!” Así lo celebra la Iglesia Oriental, y así queremos vivir también nosotros esta gran noticia: ¡Cristo vive!
La primera palabra de hoy, de los Hechos de los Apóstoles, nos narra cómo Pedro toma la palabra y anuncia el kerigma, la gran proclamación de la fe cristiana. Dice: “Somos testigos de que Jesús pasó haciendo el bien, liberando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” Ha venido a curarnos del demonio, de aquello que nos divide, que nos aísla, que nos impide amar. Antes, estábamos oprimidos por el mal, pero Dios nos ha liberado. Por eso, hermanos, Cristo ha resucitado, Cristo vive. A ese Jesús que vosotros matasteis colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día, y le concedió la gracia de manifestarse al pueblo. Y Pedro insiste: “Somos testigos de esta resurrección.” Por tanto, hermanos, si Cristo está resucitado, ¿por qué seguir viviendo como muertos? ¿Por qué continuar esclavizados por lo que nos mata y nos destruye, si Él tiene poder para vencernos la muerte?
Respondemos con el Salmo 117, que proclama: “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo.” “La diestra del Señor es poderosa, no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.” “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.” Este es el día que Dios ha hecho para nosotros. Por eso, dejemos que Él actúe en nuestra vida, que rompa en nosotros la obra del demonio, que derrote el mal y la tristeza.
La segunda palabra, de la carta de San Pablo a los Colosenses, también anuncia el kerigma. Dice: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba, donde Cristo está, sentado a la derecha de Dios.” Hermanos, si Cristo ha resucitado, busquemos las cosas de arriba, los bienes del cielo, las personas y los caminos para los que hemos sido creados. Vivamos con la mirada puesta en el cielo, no en las cosas que pasan.
El Evangelio de San Juan nos narra la visita de María Magdalena al sepulcro: “El primer día de la semana, María fue al sepulcro de madrugada, cuando aún estaba oscuro, y vio que la piedra estaba removida.” Dios ha quitado la losa que cubría el sepulcro. Esa piedra representa lo que nos impide amar, lo que nos encierra en la muerte, lo que nos bloquea por dentro. Y María, al ver esto, corre a Pedro y le dice: “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.” Pedro y otro discípulo corren al sepulcro. El más joven llega primero, pero espera a Pedro. Entran y ven los lienzos tendidos, y el sudario aparte, enrollado en un sitio distinto. Entonces, dice el evangelista: “Vio y creyó.”
Hermanos, estas son señales reales, testimonios visibles de que Cristo ha resucitado. Y concluye el Evangelio diciendo: “Entonces entendieron que Él había resucitado de entre los muertos.” Hermanos, Dios quiere resucitarte a ti y a tu familia de la muerte espiritual. Quiere que vivas una vida nueva, renovada por la luz de la Resurrección.
Por eso, en este día tan grande, decimos con alegría: ¡Felices Pascuas! Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado. Ofrezcamos nuestras vidas y nuestros pueblos para que este Espíritu de Resurrección se dé en medio de nosotros.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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