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¡Hemos tocado fondo!

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Fecha Publicación: 26/12/2023 - 23:00
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Desde fines del siglo pasado, la política con mayúscula que primaba en nuestro país se ha prostituido a niveles de verdadero espanto. Lo que tenemos, por exclusiva cuestión de estrategia política para engañarnos, es un arcoíris de izquierdas que va del comunismo marxista hasta interpretaciones extremas y estrambóticas como son el comunismo leninista, comunismo castrista, comunismo polpotiano, comunismo a la peruana; y/o variaciones de izquierda como progresismo, laborismo, socialismo, etc. Mientras, por otra parte, aparece la derecha que en rigor –y como demostración de claridad y sinceridad– es una sola. El asunto es que, dentro de cada una de las mencionadas clasificaciones de la izquierda, hay múltiples subdivisiones de acuerdo al gusto de los caciques que, a modo de organizaciones criminales, las comandan con el propósito de asaltar el poder y cargarse al Estado. Originalmente, “el arte de hacer política” nace de la necesidad de poner de acuerdo a quienes integran una sociedad, para mediar entre ellos e ir resolviendo los conflictos que suelen suscitarse entre agrupaciones de personas. Usualmente, los textos clasifican a las izquierdas como “intervencionistas”; mientras a la derecha la catalogan de “libertaria y menos politizada”. El problema es que esta degeneración de la política peruana ha tocado fondo. ¡Hoy no existe política, sino politiquería podrida en este país! Para empezar, han desaparecido el intelecto y la ética entre aquellos ciudadanos que se dedican a hacer política.

Y aún cuando el reputado escritor español Javier Cercas sostenga –en una reciente columna suya, publicada por el País de España– que “ética y política siempre se han llevado mal, pero cuando la política se divorcia de la ética, empieza la antipolítica”; acá ocurre que el divorcio entre ambos conceptos está llevándonos a la anarquía y al desastre. Según el acreditado escritor hispano: “He visto cómo se intentaba disfrazar de concordia el aumento exponencial de la discordia (…) He visto cómo un partido progresista, a quien voté durante décadas, ha hecho después de unas elecciones lo que siempre dijo que nunca haría (…) He visto cómo ese engaño colosal suprimía a millones de personas que políticamente ya no existimos, o sólo existimos como papel higiénico”. Y Javier Cercas remata magistralmente, así, esta elegía a los políticos: “A partir de este momento me declaro antisistema, paso a la clandestinidad y llamo a la rebelión general. Esto se traduce en dos cosas. Una: de ahora en adelante votaré en blanco. Y dos: abogaré por la loticracia, un tipo de democracia que propugna la elección por sorteo de nuestros representantes políticos, lo que, implantado de modo inteligente y progresivo, supondría una continua regeneración política, un antídoto contra el enloquecimiento provocado por el poder, un modo de que todos nos responsabilicemos de lo que es de todos y la única esperanza verosímil de que la ensuciada palabra democracia recupere su limpio significado primigenio: poder del pueblo. Por lo demás, solemnemente prometo no estrecharle la mano a ningún político español a menos que sea en presencia de mi abogado (o bajo amenaza de tortura).” ¡Coincido plenamente con Javier Cercas!

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