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Homenaje a Don Lucho, sureño emprendedor

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Fecha Publicación: 27/02/2024 - 21:50
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Puno 2024.- Sigo viaje al Sur. Escucho el éxito comercial de la Candelaria, fiesta del carnaval puneño, y descubro a Luis Abraham Oviedo Pamo (Don Lucho para los amigos), quien durante la década de 1950 transforma Juliaca en un emporio comercial e industrial sin precedentes en su historia. “Mi padre vio –en palabras de su hija, la socióloga puneña Luz Oviedo– una Juliaca que nadie imaginó”. Su ejemplo debe servirnos, cual efecto contagio, para reorientar la energía contenida en las nuevas generaciones de emprendedores de todas las regiones del país.
Don Lucho nació en Moquegua a inicios del siglo XX. Estudia en Arequipa enviado por su padre, un hombre muy estricto. A los 13 años huye a La Paz (Bolivia), tras jalar el año. Se convierte en intendente contador de minas. Allí conoce a quien se convertiría en la mujer de su vida, una boliviana de Chuquisaca (Sucre) proveniente de una familia adinerada y aristócrata. Ambos escapan juntos y emprenden regreso al Perú. Se asientan en Juliaca. Una mina en San Antonio de Esquilache (Cusco) le permite pensar la región de una manera distinta. Nace allí mi colega Luz –a quien debo un homenaje aparte– quien me permite conocer el mundo emergente de su padre.

Luis Oviedo brinda servicios de Alta Dirección en minas de la zona con capitales americanos y alemanes. Acumula un capital de inversión importante y envía a sus tres hijas a estudiar en un internado de Arequipa, mientras él pasaba todo el año en mina. Decide emprender y convertirse en un activista del capitalismo popular regional. Con un grupo de socios hacen denuncios mineros e imaginan un primer circuito de pesca deportiva y turística en el lago Titicaca. Invierte también en ladrilleras, grifos, desarrollos inmobiliarios vinculados al comercio y la industria. Lleva a la Volvo y a la Volkswagen a la región.

Su negocio más fructífero fue Pesquera Titicaca. Tras introducir la trucha en el lago, las enlataba ahumadas y enteras en latas premium, involucrando a todos los pescadores artesanales de la zona, mejorando sus lanchas con motores fuera de borda, mientras estos pagaban esa inversión con su pesca del día en el puerto de Chucuito. Luego los transportaban en camiones frigoríficos a la planta de destace y enlatado. Los camiones salían de Juliaca –vía aérea– hasta Lima, donde se exportaba toda la producción a Francia. Esta se vendía un año antes.

El negocio de Don Lucho era inclusivo, integrador y sostenible. La familia encontró la forma de utilizar cabezas y espinazos para alimentar, con caldos nutritivos de desayuno a la población de la zona, reproduciendo un modelo de economía circular que aprovechaba los desperdicios al máximo, convirtiendo ese capitalismo popular en un círculo virtuoso social de mercado. Lamentablemente, intereses políticos en los años 60 alejaron a Don Lucho del negocio, pero su huella emprendedora sigue viva en la región, que hoy más que nunca requiere encontrar nuevamente caminos emprendedores y formales, para luchar contra esa economía ilegal que intenta apoderarse del Sur del país.
Emprendedores como Don Lucho Oviedo en Puno marcan la historia de todas nuestras regiones. Identificar estas historias y convertirlas en modelos de éxito a replicar hoy es un reto que tenemos por delante quienes creemos en un desarrollo sostenible del Perú. ¡Manos a la obra!

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