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“Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”

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Fecha Publicación: 25/01/2025 - 20:00
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Queridos hermanos, hoy celebramos el Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, y la liturgia nos presenta un mensaje central: la importancia de la Palabra de Dios en la vida del pueblo creyente.
En la primera lectura, tomada del libro del profeta Nehemías, vemos cómo el sacerdote Esdras convoca a todo el pueblo —hombres, mujeres y niños con uso de razón— para escuchar la lectura del Libro de la Ley en la plaza. Este momento es una auténtica celebración de la Palabra. Esdras proclama: “Este es un día consagrado al Señor”, e invita al pueblo a no estar triste, sino a celebrar comiendo y bebiendo con alegría, reconociendo la bondad del Señor.
Esta escena nos recuerda la importancia de colocar la Palabra de Dios en el centro de nuestra vida, como lo subrayó el Concilio Vaticano II. Hoy, en cambio, muchas veces no escuchamos al Señor, sino que nos escuchamos únicamente a nosotros mismos. Este egocentrismo nos aleja de la felicidad verdadera y nos sumerge en el estrés y la confusión.
El Salmo 78 nos enseña que “Las palabras del Señor son espíritu y vida”. La Palabra de Dios es perfecta, revive el alma y da descanso al corazón agitado. En este mundo lleno de estrés y movimiento constante, debemos detenernos y reflexionar: ¿Qué me quiere decir Dios hoy?. La Palabra de Dios instruye, purifica y nos devuelve la esperanza.
En la segunda lectura, San Pablo, escribiendo a los Corintios, compara a la Iglesia con un cuerpo. Nos dice que este cuerpo tiene muchos miembros, cada uno con una función específica, pero todos forman una unidad. “Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu”, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres. Cada uno de nosotros tiene un papel dentro de este cuerpo, que es la Iglesia.
San Pablo nos recuerda que todos los miembros son necesarios: la mano, el ojo, el pie, todos trabajan juntos. Cada uno de nosotros tiene una misión única e indispensable en este cuerpo. Descubrir y vivir esta misión es clave para nuestra realización personal y para el bien de la Iglesia. Como decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”, porque el amor es el mayor don. En el amor encontramos la verdadera felicidad y sentido para nuestra vida.
Finalmente, el Evangelio, tomado de San Lucas, nos lleva al inicio del ministerio de Jesús. San Lucas escribe a Teófilo con el propósito de transmitirle la solidez de las enseñanzas recibidas. En el relato, Jesús entra en la sinagoga, le entregan el rollo del profeta Isaías, y Él lee estas palabras:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos”.
Jesús, al terminar la lectura, declara: “Hoy se ha cumplido esta palabra que acabáis de oír”. Este momento es profundamente significativo: Jesús se presenta como el cumplimiento de la promesa de salvación de Dios. Él viene a liberar, a dar esperanza y a anunciar la buena noticia a los más necesitados.
Esta misión de Jesús es también la misión de la Iglesia y, por ende, de cada uno de nosotros. Estamos llamados a llevar el Evangelio a los pobres, a liberar a los oprimidos y a ser instrumentos de la gracia de Dios en el mundo.
Queridos hermanos, los animo a buscar a los pobres, a colaborar con fundaciones o proyectos que ayuden a los más necesitados, y a vivir con un corazón generoso. Si el Espíritu del Señor está sobre nosotros, seremos capaces de transformar nuestro entorno y dar testimonio de la misericordia y el amor de Dios.
Que el Señor nos conceda la gracia de escuchar su Palabra y ponerla en práctica en nuestra vida diaria. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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