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Huérfano de Dios

Fecha Publicación: 26/01/2024 - 21:00
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Mucho se ha escrito sobre la relación hombre – Dios, sobre todo poesía. Una incesante búsqueda de una señal de Dios, de esa extensión de vida, narrada con desgarro, a veces escritas en el mismo borde del precipicio y otras desde el otro extremo o todo un tránsito sobre llama viva, como quien camina descalzo por inagotables mediodías en pleno desierto. En este bello poemario de Gabriel Cisneros Adendrabbo, los poemas son búsquedas y naufragios, es transitar entre los cercos llenos de espinas construidos por el propio hombre, con ventaja, saña y alevosía para cerrarnos el paso, para asfixiarnos; es ese grito desgarrador que lanza el último aliento porque no acepta esa cruda realidad de vivir en este mundo ancho y ajeno, en este mundo abandonado por el propio hombre y por Dios.
Solo la poesía nos permite ver con absoluta transparencia todo lo que le sucede al ser humano; la poesía es clara y directa hasta el último átomo y va más allá del suspiro final, sin desmayar y siempre de pie. César Vallejo genialmente resumió la orfandad y abandono del hombre y encara con belleza y sin tapujos a quien debiera estar en todo momento al lado del hombre: “Dios mío, si tú hubieras sido hombre / hoy supieras ser Dios; / pero tú, que estuviste siempre bien, / no sientes nada de tu creación. / Y el hombre sí te sufre: el Dios es él”.

En el poemario de Gabriel Cisneros los versos son pura llamarada, es fuego que arde para vencer la orfandad, es el testamento de quien ha entregado todo con la única finalidad de tomar partido por el lado humano del hombre. El poeta exclama: “También estoy crucificado, mi Señor, / he perdido la brújula y el mar donde trazar un destino, / vuelvo al día donde mis ojos / ´podían descubrir las arrugas / de tu escafandra humana, / ver a través de ellas / la perpetua dualidad / de la oscuridad y la luz / en los dinteles / de un cielo de espejos rotos”.

Estamos ante un llamado desesperado y la poesía es el portador de esta voz, tu voz, mi voz. “La poesía es solo la evidencia de la vida. Si tu vida arde bien, La poesía es la ceniza” dice Leonard Cohen y nuestro vate mayor es aún más directo, va directo a la yugular: “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo” y a mí solo me queda gritar y hacer coro con quienes estamos huérfano de Dios.

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