Hugo Viladegut
Conocía, como millones de peruanos, su voz pero no lo conocía a él, hasta que por varios extraordinarios años en la década del 80, compartí la cabina de Radio Programas del Perú con quien era y sigue siendo su voz emblemática: Hugo Viladegut.
Panelista de Ampliación de Noticias -un programa que cómo él, persiste por su calidad, credibilidad y cobertura, en la radio más escuchada y confiable del país- alternaba yo con brillantes colegas: el maestro Humberto Martínez Morosini, Dennis Vargas Marín y Jesús Miguel Calderón. A Hugo lo encontraba al ingresar y retirarme de la acogedora cabina de Alejandro Tirado, haciendo lo que sabía impecablemente hacer, con esa voz seria, amable y estentórea: locución radial de noticias y avisos comerciales.
He leído con nostalgia y emoción, la nota que RPP le ha dedicado a Hugo a propósito del Día del Locutor Peruano, por sus 33 años de ininterrumpida labor. Y hago recuerdo de nuestras charlas y encuentros sobre temas tan diversos como las noticias mismas. Casado hace 39 años y con dos hijos y un nieto, está hecho a la medida de su voz, tal cual Benjamín Disrealí, el gran escritor británico, señalaba: “Nada revela tanto el carácter de una persona como su voz.” Franco, gentil y amistoso, se ha dedicado al mundo de la locución, desde radio Apurímac, su tierra natal, sin dejar de aludir a la primera demostración pública de su privilegiada voz, cuando de niño recitó un poema en el patio de la escuela Pre vocacional 661 en Abancay.
Quería yo imitar ese timbre exacto, entre solemne y coloquial, con el que Hugo logra que los oyentes vibren con las noticias. Y eso, porque a las 7 am, antes de viajar a la radio para el panel de Ampliación, leía, desde mi casa por teléfono una columna diaria de opinión que don Manuel Delgado Parker me había aconsejado terminar así : Esto es lo que yo opino. ¿Y usted?
Vano intento. La voz es un instrumento que uno compra al nacer y luego cultiva y conserva con esmero. Y no es lo mismo comprar-como Hugo- un Stradivarius que uno “chanchito” en cualquier tienda más o menos especializada.
De la cabina de RPP Hugo Viladegud pasa diariamente a las aulas universitarias donde comparte su don y sus valiosos consejos profesionales con muchos alumnos. Me enaltece que recuerde a sus padres. Su papá Efraín le decía: la recompensa es que miles te esperan detrás de los parlantes. Y su mamá Aurora: agradécele a Dios por ser la voz de los sin voz. Y ambos son, seguro y hasta hoy, el atril mágico que sostiene y alimenta las pautas al costado del micrófono.
La voz del buen locutor. Generalmente seria pero siempre amable, persuasiva, a veces lúdica. Un juego o un drama de las palabras y la vida. Como en los versos del mexicano Xavier Villaurrutia: “En el juego angustioso/ de un espejo frente a otro/ cae mi voz/ y mi voz que madura/ y mi voz quemadura / y mi bosque madura /y mi voz quema dura”.