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Idea e inteligencia

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Fecha Publicación: 07/06/2021 - 22:00
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Balmes nos ilustra sobre el proceso del buen pensar. “El pensar bien consiste, o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad; de otra suerte, caemos en error”. La experiencia nos ilustra sobre las desavenencias entre la inteligencia y el procedimiento para acercarse a lo que es verdadero o, si se quiere, a lo que funciona en la vida práctica.
Un político puede ser un portento de erudición aplicada y, sin embargo, estar equivocado. Una ideología que es perniciosa, para él es romántica. El enamoramiento del ideal lo conduce por caminos errados y si le toca gobernar creará oscuridad. Es el encantamiento o es la emoción social o sencillamente el odio lo que produce ese fenómeno por el cual personas inteligentes deciden o piensan como genuinos idiotas. “Mueran Sansón y los filisteos”, dicen algunos, tratando de defender su posición. Un intelectual, un escritor, un crítico, un artista, puede interpretar un texto o crear, pero no saben leer la realidad ni atinar sobre cuál es la decisión correcta en diversos ámbitos. Salir del clóset les toma tiempo, porque mucho de sus yerros es el miedo a discernir y romper su propio paradigma.
Ni todos los libros de mi biblioteca te salvarán del prejuicio o de la obsesión bruta porque “la razón es fría, pero ve claro; la emoción le debe dar calor, pero sin hacer perder esa claridad” (y sigo a Balmes), pero esa no es la vía del intelectual que interpreta un texto como si de un examen de comprensión lectora se tratara, se trata de leer la realidad, establecer relaciones, distinguir contextos y valorar las consecuencias de los actos.
Los filósofos de la razón en la vieja Atenas amaban la verdad y discurrían sin detenerse por la pasión de la deliberación. Sócrates descubrió las contradicciones de los que se dejan llevar por ella. Así, un asunto es ser inteligente y otro es estar en lo cierto, y lo que sirve al mundo es la llama que prende una vela y no aquella que no enciende sin antes agotarse. Desde luego que hay intelectos visibles, pero también pasiones que enturbian, y hay sabidurías potenciales que se quedan en la “posibilidad de ser” porque nunca iluminaron nada, porque sirvieron a la maledicencia y a la perversidad.

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