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Ideas clave para repensar la educación privada
Fecha Publicación: 18/01/2020 - 20:00
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Un sistema democrático que hostiliza la iniciativa privada, imponiéndole el cumplimiento de trámites y procedimientos farragosos para su ejercicio, atenta contra los principios fundamentales, induce a la anomia social, entra en litigio con el sentido común y con la gramática de la realidad. Para evitar situaciones así, valdría la pena tener en cuenta algunas ideas como estas:
- Toda acción humana es atribuible a una persona concreta con nombre y apellidos. En esa medida se le puede denominar: privada, personal, individual o particular; más, desde la óptica de su influencia o radio de acción no es privativa, es pública.
- La educación llamada pública no es “gratuita”, su costo se paga indirecta y solidariamente a través de los impuestos; la escuela privada, por el contrario, es pagada por el padre de familia. Atendiendo a esa sola diferencia se suele etiquetar como social y humanitaria la una y elitista a la otra. Cuando en verdad, el precio de la educación privada incluye el costo de la educación pública.
- La libertad de enseñanza impide el pensamiento único digitado desde las esferas del poder de turno; a su vez permite que los padres de familia opten por la propuesta educativa que coincida con sus objetivos familiares. Un tipo estándar de escuelas no se condice con una sociedad plural: las opciones educativas deben ser variadas y diversas.
- La educación privada –que nace y se sostiene por iniciativa de personas naturales o jurídicas– aporta al bien de la sociedad. Lo suyo no es competir ni ser mejor que la pública. Lo suyo es la vigencia y garantizar que se ejerza la libertad para fundar escuelas y de decidir el tipo de educación que se quiere.
- La educación pública debe asegurar que nadie sea vea impedido, por razones de diversa índole, de educarse. La cobertura educativa es solo una parte; al Estado, justamente porque sus usuarios no disponen de recursos económicos, le compete -sobre todo- brindar un servicio educativo de alta calidad.
- En una escuela, el plexo de relaciones interpersonales predica que el quehacer docente no se detiene en el logro de metas cuantificables y medibles, se abre a tareas en que la ayuda es superior al servicio de enseñanza prestado. A diferencia de la industria y del comercio, el quehacer educativo incluye “insumos intangibles” que operan al margen de las leyes del mercado. Son impagables, su valor no se puede tasar: el consolar a un alumno cuando está triste; alentarlo cuando arrecia el desánimo; corregirlo cuando yerra; orientarlo para mejor elegir; reconocer sus logros o simplemente escucharlo...
- La neutralidad que caracteriza la relación entre un vendedor y un comprador cualquiera no se predica en la relación docente – discente. La dinámica de la convivencia, el trato personal, las manifestaciones propias de la edad de los alumnos, fecundan en la relación el afecto, la preocupación, y el cariño. A este “insumo intangible” no se le puede poner precio. Por eso, a la educación no se le debe comprender exclusivamente con las claves del mercado.
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