Ideología, doctrina y capacidad de indignación
Muchos peruanos no conocen la diferencia entre ideología y doctrina. La ideología permite esclarecer realidades y tomar decisiones; la doctrina determina los comportamientos que se deben respetar al tomarlas. El socialismo, por ejemplo, es una ideología, mientras que las normas internas que un partido adopta para sostenerla constituyen su doctrina. Uno puede coincidir con la ideología de un partido, pero no necesariamente con su doctrina.
A menos de un año de las elecciones, tenemos 47 grupos que pueden presentar un candidato a ocupar la silla de Pizarro, y solo tres han dado a conocer su ideología o doctrina. El APRA ha informado que su ideología es la de Víctor Raúl Haya de la Torre; Acción Popular ha declarado que el “Perú” es su doctrina; y el PPC ha comunicado que su ideología está inspirada en el conservadurismo social y el neoliberalismo, mientras que su doctrina es la socialcristiana.
El resto de agrupaciones no ha informado ni su ideología ni su doctrina. Esto debería indignarnos, pero muchos peruanos han perdido la capacidad de indignarse. Gran parte de la inseguridad que vivimos, en todos los estratos sociales y económicos, se debe a que desconocemos los principios que guían a la mayoría de los 47 grupos con aspiraciones presidenciales.
También resulta indignante que los policías deban comprar de su propio bolsillo chalecos antibalas, porque el Estado no se los proporciona. Las armas tampoco les pertenecen; son del Estado y se las entregan solo durante el servicio, con dos cacerinas cargadas. Por ello, quienes desean protegerse en sus días libres deben adquirir su propia arma.
El reciente asesinato de un policía a manos de delincuentes armados dejó a dos hijos huérfanos. Si ni siquiera dotamos de chalecos antibalas a quienes nos protegen, ¿qué podemos esperar para los huérfanos de quienes han dado la vida por nosotros? Lo más grave es que nuestros votos no asumen la responsabilidad de protestar contra hechos como este.
Es irritante que los partidos políticos y la mayoría de los medios de comunicación hayan dejado de manifestar su indignación ante situaciones tan graves. Una excepción reciente fue el director del diario Expreso, Antonio Ramírez Pando, quien dedicó un editorial a página entera para expresar su rechazo a lo que ocurre en el país.
Quienes todavía sentimos indignación tenemos la obligación de hacer que la población sepa que no somos indiferentes. La apatía social es terreno fértil para el abuso, la corrupción y el deterioro de nuestras instituciones. Sin ideología clara, sin doctrina definida y sin capacidad de indignarnos, la democracia se vacía de contenido y se convierte en un simple trámite electoral.
Es momento de exigir a los partidos que definan con transparencia sus principios y normas, y de que los ciudadanos retomemos nuestra voz para defender lo que es justo. Si no lo hacemos, no podremos quejarnos del país que heredaremos a las próximas generaciones.
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