Ignaz Semmelweis estuvo en la primera línea

Ignaz Philipp Semmelweis estuvo en la primera línea de nuestros médicos y paramédicos que lucharon contra el coronavirus. Ocurrió así: todos fueron los doctores Semmelweis.

Es que los médicos como él hacen del trabajo hospitalario su propia experiencia vital. La vida, personal y académica, de este hombre ha sido resignificada, incluso, por la literatura y el cine.

Sin embargo, quien mejor se ha encargado de exponer la lógica de su investigación científica es Carl Hempel, en su libro Filosofía de la ciencia natural: ocurre que su trabajo para descubrir la necesidad del lavado de manos y redescubrir la importancia del modus tollendo tollens constituye un ejemplo del razonamiento hipotético deductivo, de la contrastación y, por supuesto, de la invención en la medicina. Hempel, que es un clásico de la filosofía de la ciencia, expone el caso paradigmático de Semmelweis.

Lo elucido: En el Hospital General de Viena, entre 1844 y 1845, las mujeres morían de fiebre puerperal, o fiebre post parto. El panóptico médico de entonces llegó al espejismo de atribuir la enfermedad a los "cambios atmosférico-cósmico-telúricos", pero nuestro ilustre médico razonó de acuerdo a la lógica proposicional, a la regla de inferencia.

Trazó su investigación, más o menos en la siguiente línea: Primero, acudió a la posibilidad psicológica, al miedo que se produciría en las parturientas la aparición de un sacerdote y su acólito que hacía sonar una campanilla.

Segundo, apeló a la posibilidad anatómica, a la posición al acostarse de las puérperas, haciendo que se acuesten de lado. Tercero, recurrió al estudio del cadáver de su colega médico, muerto por el corte producido con un escalpelo infectado con materia cadavérica, ya que los síntomas mostrados en el galeno eran los mismos que los presentados por las paridas.

Por supuesto, recurrió a la comparación cualitativa, para concluir que si en el primer pabellón, el suyo, las mujeres morían era porque intervenían los estudiantes de medicina cuyas manos tenían restos de materia cadavérica, cada vez que alternaban entre los cadáveres y las parturientas; y que si en el segundo pabellón no existía tal mortalidad era porque allí intervenían únicamente las comadronas, y ellas no trabajaban con cadáveres.

Semmelweis, como nuestros médicos y paramédicos de la pandemia, constituye un ejemplo del trabajo médico de la primera línea: por el fondo, descubrió la necesidad del lavado de las manos; pero, por la forma, reveló la necesidad de que para ser un buen médico hospitalario había que saber conducirse de acuerdo a la lógica del modus tollendo tollens: "Si P implica Q, y Q no es cierto, entonces P no es cierto".

Algo más: Semmelweis y los nuestros, por igual, vivieron una sociología del conocimiento médico pandémico.

Pierre Bourdieu nos ayuda: el campo médico se convirtió en un campo de luchas entre la medicina pandémica oficial, producida "científicamente" en el laboratorio, y la medicina epidémica no oficial, producida "sociológicamente" en la clínica.

Hagámosles un homenaje integral: Semmelweis y los nuestros tuvieron la valentía de enfrentar a una organización panóptica, a un centro productor de conocimiento médico y normativo, que vigila y castiga lo que es y lo que no es ciencia médica. Michel Foucault también nos ayuda: "Las genealogías son, muy precisamente, anticiencias".

Es que, en la medicina pandémica, el conocimiento obedeció al principio sociológico "saber-poder".

Debo ser directo: nuestros médicos y paramédicos, que atendieron a toda la población enferma de coronavirus, en los hospitales públicos y en las propias casas de los enfermos, procedieron como émulos de Semmelweis: la utilización de la ivermectina, la azitromicina, y otros medicamentos, establecieron regularidades sintomatológicas, cualitativas, impropias al protocolo médico oficial.

Es que Semmelweis estuvo en la primera línea de nuestros médicos y paramédicos que lucharon contra el coronavirus.

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