III Domingo de Pascua: “Sígueme”
Queridos hermanos nos encontramos ante el III Domingo de Pascua. ¡Cristo ha resucitado! Está resucitado porque tiene poder sobre nuestras vidas, pidamos que nos muestre un signo en este tiempo para que con su poder, parezca en nuestras vidas y así creamos en Él, por lo que vemos, sentimos y tocamos.
La primera lectura es de los Hechos de los apóstoles y nos dice: “Un sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: “¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre. Pedro y los apóstoles replicaron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen”. Hermanos, todos somos responsables de la muerte de Jesús. Te preguntarás ¿Cuándo he matado yo a Jesús? Pues, cuando no eres capaz de amar, señalas al otro, cuando acusas y ajusticias, es decir, cuando dejamos de ser cristianos. Cristo no juzga o mata, es pura misericordia. Dice la verdad, por eso bendice a aquel que te dice la verdad. Si tu mujer o tu marido te dice la verdad, bendícelo.
Respondemos a esta lectura con el Salmo 29: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”. Esto es lo que hace Dios, cambiar en luto y transformarlo en una fiesta y es una celebración en la que nos da a su único hijo, Jesucristo.
La segunda lectura es del libro del Apocalipsis, Juan entona un himno: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”. ¿Deseas tú ser digno y experimentar la riqueza y sabiduría que nos ofrece Dios? ¡Esto es Cristo! “Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Y los cuatro vivientes respondían: Amén”. Es decir, afirmaban que era verdad, que lo que nos dice la Iglesia es verdad. Te invito a tocar a Jesús que tiene poder sobre ti.
El Evangelio de san Juan nos dice: “Estaban los discípulos suyos y Simón Pedro les dice: “Me voy a pescar”. Ellos contestan: “Vamos también nosotros contigo”. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado?” Ellos contestaron: No. Él les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. Hermano. ¿A tu edad, qué has pescado, eres feliz? Sólo tú sabes la respuesta. Te invito a que eches la red en nombre de Jesucristo y verás una pesca maravillosa, llena de vida eterna. “La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: “Es el Señor”. Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua”. Que interesante, hermanos, este milagro y la aparición de Jesús resucitado en medio de sus discípulos: “Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de coger”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Él le contesta: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: “Pastorea mis ovejas”. Jesús conocía a Pedro, sabía que decía que sí, pero su debilidad hacía que lo traicione, al igual que nosotros traicionamos muchas veces a Jesús.
“Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero, responde Pedro. Jesús le dice: “Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”. Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”, concluye así la lectura. ¿A dónde no queremos ir? Al martirio, esta es una profecía que Jesús le hace a Pedro y luego le pide que lo siga, ese “sígueme”, significa que Jesús esperaba que Pedro lo siguiera tal y como era, con sus defectos, pecados, miseria, con tu historia. Así veremos el Cielo abierto, hagamos la prueba, atrevámonos a seguir a Jesús. ¡Felices Pascuas de Resurrección! Que la bendición de Dios descienda sobre ustedes.