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Impunidad presidencial

Fecha Publicación: 25/05/2019 - 21:10
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Luego de escuchar los sesudos argumentos del jefe del Estado, Martín Vizcarra, pronunciados durante su pechada al Congreso, en defensa de la peculiar reforma política que propugna, comencé a preguntarme hasta cuándo tenemos que tolerar la impunidad presidencial para chantajear a los congresistas con la “cuestión de confianza” cuya interpretación extensiva al rechazo de cualquier iniciativa del Poder Ejecutivo por parte del Legislativo ha sido inventada durante este régimen y es aplicada a diestra y siniestra por la ineptitud y complicidad de los otorongos que pueblan el local de la plaza Bolívar.

Debo ser muy claro: no apoyo, de manera alguna, ni la impunidad ni la composición de un Congreso que es, en su mayor parte, fruto de la corrupción e ineficiencia de la subclase política peruana y de sus aceitadas maquinarias electorales que fungen de partidos políticos.

Pero resulta inaceptable que un Presidente que no gobierna plantee como eje central de su propio desgobierno e improvisación una “reforma política” con el argumento sui géneris de que ha sido formulada por “una Comisión” nombrada por él mismo y conformada íntegramente por representantes de un sector sesgado, que suele creerse dueño de la verdad como son los caviares y que propone, dicho sea de paso, una serie de barbaridades.

Debe buscarse una fórmula legítima para que la inmunidad parlamentaria deje de ser impunidad parlamentaria. Pero la fórmula no es entregarle la potestad del levantamiento de la misma a la Corte Suprema, como pretenden Vizcarra y su famosa “Comisión”, ya que semejante medida significaría la genuflexión total del Poder Legislativo ante el Poder Judicial también acusado, y con justicia, de corrupción, ineficiencia y politización.

Como de costumbre, se pretende resolver con medidas demagógicas, cosméticas e incongruentes problemas de fondo que derivan de la profunda crisis institucional de la política en nuestro país y cuyo reflejo emblemático es el propio régimen de Vizcarra.

Tenemos que impulsar partidos políticos reales y limpios cuyos candidatos estén debidamente filtrados en cuanto a su moral, preparación y capacidad y generar un mecanismo de levantamiento automático de la inmunidad con base en determinadas causales que pueden ser claramente determinadas en la correspondiente modificación constitucional.

¡Basta de demagogia e improvisación!