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Inaceptable desorden y falta de autoridad

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Fecha Publicación: 25/09/2024 - 22:50
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Hoy más que nunca vemos que, en nuestro país, los gobernantes no se dedican a gobernar mostrando planes y programas, rindiendo cuentas de los resultados en cuanto a plazos y montos de inversión; tampoco se esfuerzan por la gobernabilidad y menos por el fortalecimiento de la institucionalidad.
Este escenario es el abono ideal para que la corrupción siga creciendo a niveles alarmantes, a pesar de estar saturados de normas emitidas con la mejor intención, siguiendo estándares internacionales, pero sin contenido orgánico y funcional, carentes de estrategias y tácticas, sin transparencia ni integridad. Esto eleva a la enésima potencia el factor psicológico proclive a la ilegalidad y al enriquecimiento con dineros del Estado o provenientes de cualquier agente corruptor, consolidando finalmente un maridaje con el crimen organizado que, cada día, se enriquece más y tiene mayor poder de soborno.
Un ejemplo clamoroso de esta interdependencia entre una psicología impregnada de corrupción y los beneficios ilegales provenientes de corruptores que facilitan la vida a cualquier agente del Estado, fue la respuesta de una fiscal anticorrupción imputada de favorecer escandalosamente a un sujeto, presuntamente para devolver barras de oro a cambio de una millonaria suma de dinero. Al tratar de justificar sus relaciones amicales y sociales con el agente presuntamente corruptor, señaló “que ella sabía que tenía un pasado de proxeneta, pero que eso no le parecía malo”. Es decir, mentalmente lo malo se percibe como bueno después de tanto andar de la mano de quien puede dar beneficios obtenidos de actos ilegales, olvidándose del antiguo dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Olvidan los funcionarios públicos que no pueden aceptar regalos, prebendas ni invitaciones a eventos sociales de nadie vinculado a alguna actividad que, en determinado momento, requiera del uso del poder del cual están investidos. Pues, como dice el pueblo: “No hay lonche gratis”, porque luego todo se convierte en un “doy para que hagas” y “hago para que des”.
Es alarmante observar que todo el debate político se ha centrado en imputaciones mutuas de corrupción. Más escandaloso aún es ver que casi todos los que han ejercido funciones públicas en el gobierno central, gobiernos regionales y locales, así como los que ejercen actualmente tales niveles de poder, en lugar de gobernar se dedican a defenderse y a buscar explicaciones justificatorias frente a denuncias periodísticas, a investigaciones de control sobre el manejo irregular de recursos o ante acciones preliminares del sistema de justicia.
Tal vez esa situación explique la razón por la cual, en esta guerra, el objetivo de cada grupo de poder es controlar e instrumentalizar a los entes del sistema de justicia para que actúen a su favor, ya sea por inacción, con investigaciones defectuosas o utilizando el transcurso del tiempo.
La paradoja es que, a pesar de este escenario, la economía del Perú crece, y, en verdad, con gobernantes honestos y capaces, seríamos realmente una potencia regional.

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