Incógnita morada
No es que el incidente de Daniel Mora ejerciendo violencia contra su esposa constituya el núcleo de lo peor que debemos imaginarnos respecto a la ausencia de filtros en el novísimo partido Morado de Julio Guzmán. El universo de este personaje - tan voluntarioso para llegar a la presidencia de la República 2021 - en realidad ofrece prematuramente dudas y reparos que bien merecen un detallado escrutinio para medir los pasivos solapados por sus acólitos políticos y mediáticos de esta hora.
Mora ha descrito a Guzmán como “desleal”, por haber encabezado el cargamontón en su contra, luego de - según su versión - haberle detallado los pormenores de su accidentada relación marital. Suponía el ex congresista toledista y ex ministro humalista que el peso de su versión sería definitivo para zanjar racionalmente el sofero cachetadón que le propinó a su cónyuge y es posible que Guzmán la haya aceptado en primera instancia. Sin embargo, la unanimidad de la condena hizo que éste modificara su actitud complaciente hacia el que también era Secretario Nacional de Organización de su grupo político.
Bajo este prisma, Guzmán es un vulgar oportunista. Una veleta política que abre los pulmones a donde sopla el viento. No fue mucho antes que la congresista Indira Huilca - a quien Guzmán confesó querer en sus filas luego de la disolución del Parlamento - le espetara a través de Twitter su discurso engolado y de apariencia inteligente para juzgar al feminismo, sobre el cual - una vez más - emitió mensajes contradictorios. Más patéticos resultaron los justificadores oficiosos de tan indefinida postura.
Todo esto rememora hechos puntuales de los que Guzmán no puede librarse. Hildebrandt en Sus Trece lo sindicó de lobista afortunado a costa del erario público en su edición 235 de febrero del 2016. Posteriormente, dio cuenta del nefasto papel cumplido por sus dos hermanas, María Teresa y Micaela Guzmán, al interior del partido Todos por el Perú (su primera matriz política) en el nepotísimo ejercicio de privilegiar candidatos y administrar recaudaciones poco transparentes.
María Teresa es ahora dirigente del partido Morado sin que a ningún dirigente se le doble una ceja por los antecedentes denunciados por Hildebrandt y otras publicaciones. Cuentan las bases disconformes que Guzmán encabeza las reuniones de su agrupación exigiendo que los teléfonos celulares sean previamente confiscados, colocados en una canasta y llevados a más de 100 metros del punto preciso donde se lleva el encuentro. Señal de una confianza supina en sus correligionarios para tratar, sabe Dios, cuantos desarreglos.
Sí. A la incógnita morada todavía le hace falta múltiples escrutinios.