India respecto de Rusia y China

India, con la mayor población del mundo –llega a cerca de 1,500 millones de habitantes, habiendo desplazado a China en 2023, que por largo tiempo se hallaba primera–, es considerada la quinta economía del globo y según una diversidad de cálculos de todo calibre, asomaría en la condición de superpotencia para fines de 2100. Sus esfuerzos como potencia emergente no se detienen y nadie discute el acelerado ritmo de su crecimiento. Así, el influyente The Economist, ha referido que para el 2030, India será la tercera economía del globo y para el 2050, la segunda. Con lo anterior y sin distraernos, será bueno recordar que India es el quinto país del mundo en capacidad instalada de generación de energía eólica y ahora que estamos escuchando discursos disuasivos de los actores relevantes del poder mundial en medio de la guerra en Europa del Este y la guerra en Medio Oriente, no olvidemos que India es una indiscutible potencia nuclear, y, para redondear, militarmente, es el cuarto Estado más poderoso de la Tierra, después de Estados Unidos, Rusia y China. Con los referidos perfiles y proyección planetaria de la India, que acabo de mencionar sucintamente, se entenderá, entonces, por qué razón Vladimir Putin, presidente de Rusia, busca acercarse cada vez más al primer ministro hindú, Narendra Modi. Para el reelecto mandatario moscovita dar pasos hacia Nueva Delhi, a estas alturas de su guerra contra Ucrania –que no sabe o no puede liquidar–, constituye un estado de necesidad geopolítica y económica. Es verdad que también lo viene haciendo con China y por tanto busca la foto tripartita PUTIN-XI JINPING-MODI para enviar un claro mensaje a occidente, en realidad a Estados Unidos, Reino Unido y Francia, antes que a toda la OTAN que integran, pues sin estos tres países, coincidentemente miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –el órgano que tiene en sus manos el monopolio de la paz mundial o si se quiere, el monopolio del uso de la fuerza en el globo–, está claro que la alianza atlántica es irrelevante. Pero la India no es un país fácil de aliar. De hecho, por las circunstancias persistentes en la región asiática, seguirá llevándose mejor con Rusia que con China, dado que, con el gigante asiático, suelen mostrarse los dientes por la persistencia de sus diferencias fronterizas por la región del Himalaya. Pero, además, tampoco es fácil creer que la India, por hallarse geográficamente junto a China y cercana a Rusia, cerrará filas y a ojo cerrado, con Moscú y Beijing. Esa lectura no parece ser correcta o exacta, mirado las relaciones internacionales. Quisiera recordar que luego de su independencia del Reino Unido, en 1947, la India más bien estableció una relación estratégica con Londres. La influencia de la isla continente europea ha permitido a Nueva Delhi, contar con un desarrollo educativo del primer mundo. No es un secreto que la India cuenta con una de las más preparadas clases medias del globo, y ya sabemos que históricamente los sectores medios son los que conducen el timón de los pueblos y de sus historias porque albergan a la clase pensante de las naciones. Gracias a occidente, la India cuenta un impresionante desarrollo tecnológico e industrial que, por cierto, siempre ha preocupado a China y a Rusia, pero sobre todo al primero que profesa animadversión por la competencia, ve cómo se empodera cada día el denominado espacio del Indo Pacífico y mira absorta los primeros éxitos espaciales de su vecino. Concluyo que la India no quiere quedarse como potencia regional, y en esa prospectiva, sigue los pasos de China, a la que está ligada en alianza, formando el BRICS, junto a Rusia, Sudáfrica y Brasil. Mientras nada perturbe el camino de la India hacia la tenencia del poder mundial –yace detrás de China–, actuará en aquiescencia con Rusia y China, y solamente se alejará de cualquiera de ellos o de los dos, sin pensarlo dos veces, cuando tenga el poder hegemónico o totalizador que sigue en manos de Washington.

*Excanciller del Perú e Internacionalista

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