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Indignación y esperanza

Fecha Publicación: 20/07/2019 - 21:20
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El más reciente espectáculo brindado al país por Alejandro Toledo como consecuencia de su captura por la justicia norteamericana pone en evidencia, una vez más, la decrepitud moral de este personaje que, para vergüenza del Perú, ocupó nada menos que la Primera Magistratura.

Más allá de las jugarretas de sus abogados, Toledo es un corrupto desembozado y hasta ahora impune por quien votaron mayoritariamente muchos peruanos engañados, pese a sus antecedentes de alcohol y cocaína emblemáticamente puestos al fresco –gracias paradójicamente a Eliane Karp– con la francachela del hotel Melody.

Ahora resulta que la Sra. Karp no habla castellano, que Toledo encontró el maletín con 40 mil dólares que hallaron en su casa supuestamente en un taxi y que la propia fiscal estadounidense ha señalado que hay un millón de dólares de sabe Dios qué procedencia que obviamente se originan en las coimas recibidas por este crápula.

Si bien Toledo es el más escandaloso de los Presidentes peruanos de la Era de la Corrupción –iniciada por García Pérez en 1985– es también el menos articulado: sus múltiples contradicciones hace mucho tiempo que lo han dejado muy mal parado involucrando hasta a su suegra, una señora de avanzada edad diestramente utilizada por Eliane Karp para los latrocinios conyugales.

El “cholo sano y sagrado” de Karp siempre fue un gigantesco engaño: ni sano, ni sagrado ni de Harvard; recuerdo muy bien cuando en la Marcha de los 4 Suyos previa a la caída de Fujimori, Gustavo Gorriti lo azuzaba en la plaza San Martín para continuar mientras Toledo permanecía paralizado por el miedo.

El caso Toledo es el reflejo de lo ocurrido con muchos otros falsos valores en nuestro país que, especialmente durante la Era de la Corrupción, han usado sus carreras políticas para llenarse los bolsillos a costa del pueblo peruano con cinismo e impudicia.

Necesitamos una Revolución Pacífica que borre a esta lacra de la faz del Perú, manchada aún por el juego perverso de una vasta red multiforme de corruptos que fungen de defensores de la ética mientras esconden a duras penas sus inmundicias que tanto daño le han hecho a nuestra Patria.

Mientras quienes no son parte de esa red le hagan el juego o crean que con medidas cosméticas o comisiones reformadoras manejadas por los propios corruptos se pueden cambiar las cosas, la eliminación de la corrupción será imposible.

Pero hay indignación y esperanza y medidas concretas que hemos planteado como la creación del Consejo Nacional de Moral Pública.