Indonesia: entre el índico y el pacífico
Bali (Indonesia).- Bitácora de viaje. Día 14. Tras 32 horas de vuelos a Yakarta y Yogyakarta, 30 horas en carretera, cuatro horas en tren a Surabaya, 12 horas en barco tradicional indonesio y lancha rápida, entre el Índico y el Pacífico, y más de 95 kilómetros de caminata, descubrimos Indonesia, un archipiélago con más de 17 mil islas que sorprende con una infraestructura de primer mundo que las conecta de manera descentralizada. Carreteras de primer nivel, aeropuertos con altos estándares, un extraordinario y bien montado circuito de rutas para visitantes, mucha historia que contar, e innumerables rituales, costumbres y tradiciones que marcan la diferencia respecto a otros lugares del planeta.
Indonesia ocupa un territorio de 1 904 569 km2 y es el cuarto país más poblado del mundo. Tras recorrer la isla, uno se pregunta: ¿cómo se administra este caos informal y complejo con más de 280 millones de habitantes? ¿Cómo conviven cinco religiones oficiales: protestante, católica, hinduista, confusionista y budista, a pesar de que casi el 90% de los indonesios son musulmanes y donde la ley islámica no se implementa?
Toda esta locura empezó un 16 de febrero de 2024, cuando recibí una llamada que esperé toda la vida.
—¿Te vienes conmigo a Indonesia en septiembre?
No esperé ni cinco segundos y respondí:
—Sí, vamos.
—El viaje lo organiza Arturo Bullard —me advirtió esa voz.
De Bullard había escuchado algo. Un fotógrafo de naturaleza, un viajero de mundos desconocidos, un descubridor de rutas nuevas, un fanático de viajar a India y África. Lo cierto es que lo que más me atrajo de la propuesta de mi acompañante, además de ser digno de su confianza para ser su compañero de viaje, fue la seducción de abandonar el tradicional paquete turístico para volver al viaje de aventura y reconocimiento de la ruta de un país completamente desconocido.
Pero lo más interesante de esta incursión era saber que éramos parte del primer grupo que Arturo llevaba a Indonesia para consolidar su primera ruta de viaje hacia este alejado rincón del planeta. De pronto, nos sumergimos en templos budistas e hinduistas que datan de siglos, en cataratas enormes a las cuales debíamos llegar tras horas de caminata, en rituales de bienvenida y purificación, en subidas a volcanes activos en medio de enormes cráteres de otros ya inactivos, en arrozales hermosos con vistas inimaginables, en bancos de arena rosada y corales enormes con mantarrayas y peces de colores nunca vistos… En fin, subiendo y bajando una geografía difícil y peligrosa, pero deliciosa en su inmersión y reconocimiento. Esa adrenalina que nos llevaba a mil es una sensación que nunca olvidaremos y quedará grabada en nuestro imaginario para siempre.
La propuesta de Bullard es, sin duda, pionera y certera. Lo es porque te propone retos, descubrimientos, aventura, trabajo en equipo, naturaleza y encuentro con uno mismo. En este viaje, la cereza del postre era encontrar y fotografiar al dragón de Komodo. ¿Lo lograríamos? De ello les contaré la próxima semana, cuando les describa cómo Bullard consigue construir un modelo de viaje distinto, que bien podría convertirse en una innovación de viaje para la exportación made in Perú.
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