Infame informe
El esperpéntico informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha sido elaborado por socialistas del siglo XXI: repite todos los clichés y falsedades de esa corriente comunista para concluir demandando todo lo que los seguidores de Pedro Castillo exigen. De esa manera, confirma la necesidad de retirar al Perú de ese organismo politizado, enemigo de la democracia y el libre mercado, y de su símil, la Corte.
El informe desarrolla una versión que justifica los desmanes de las violentas turbas que pretendían reponer en el gobierno al delincuente vacado. Empiezan diciendo que “tuvieron lugar numerosas y masivas manifestaciones pacíficas en el país” que culminaron con “decenas de personas fallecidas y cientos heridas (…) como consecuencia del uso desproporcionado de la fuerza (…) inclusive de forma indiscriminada contra la población (…) así como detenciones masivas de personas manifestantes”. (Párrafo 6).
Eso, por supuesto, es una completa falsedad. Prácticamente todas las algaradas fueron violentas, siempre con ataques a las fuerzas del orden, y muchas veces con asaltos criminales a aeropuertos, comisarías, etc. No hubo uso desproporcionado de la fuerza sino empleo defensivo de las armas. Y cuando eso no ocurrió, cuando policías y militares se dejaron llevar por las órdenes del Gobierno y sus mandos para no emplear las armas, fueron asesinados por la turba, como en Juliaca e Ilave.
Como no pueden negar lo evidente, lo dicen una sola vez en el extenso informe, pero lo atribuyen a innombrados: “sucedieron hechos de violencia y vandalismo por fuera del derecho de protesta”. (7) Es decir, las turbas son en realidad pacíficas, pero por fuera hay alguien que realiza actos violentos. Naturalmente, nunca mencionan al Movadef/Sendero Luminoso, ni al Fenate, ni a Evo Morales y sus secuaces, ni a los congresistas que incitaban y a veces participaban en las algaradas.
Pero la violencia de las turbas, que ellos llaman “protestas”, está justificada porque “la crisis política y el descontento social no son hechos aislados, sino que (...) guardan estrecha relación con la desigualdad estructural y la discriminación histórica, en particular hacia los pueblos indígenas”. (8) Ese es el argumento que repiten innumerables veces a lo largo de todo el mamotreto.
Dicen barbaridades como que “históricamente, el país ha estado conformado por ‘tres sociedades diferentes’ (costa, sierra y selva), que viven en forma casi independiente una de la otra, ‘divididas por líneas étnicas, económicas, sociales, culturales e idiomáticas.’” (16)
Las mentiras se concentran en afirmaciones falsas repetidas incesantemente, como esta: “Mediante las manifestaciones pacíficas se canalizaron demandas de índole político coyuntural que guardan relación con demandas sociales de carácter estructural derivadas de un contexto de discriminación y desigualdad que han generado la exclusión (…) hacia los pueblos indígenas”. (25)
En suma, según la CIDH las asonadas violentas no fueron provocadas por pandillas de delincuentes y socialistas del siglo XXI, sino que se justifican por la histórica discriminación de los indígenas.
El informe a la basura y abandonar la CIDH de inmediato.
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