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In'Lak ech

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Fecha Publicación: 11/04/2023 - 22:30
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Al encontrarse y despedirse los antiguos mayas se decían: “In'Lak ech… Hala Ken”, que significa: "Yo soy otro tú... tú eres otro yo". En el Talmud de los hebreos se lee: “Si yo no soy para mí mismo, quién será para mí… Y si soy para mí solamente, quién soy yo". El Cristo de la fe dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo” y rubricó: “cuando dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo".

De otro lado, en el evangelio apócrifo de Eva, aparece también esa conjunción, ese espíritu dual y comunitario, ancestral en el género humano, de forma, increíblemente literal: "Estaba yo en un alto monte y vi un hombre gigante y otro raquítico. Y oí como una voz de trueno. Me acerqué para escuchar y me habló diciendo: Yo soy tú y tú eres yo, dondequiera que estés allí estoy yo. En todas las cosas estoy desparramado y de cualquier sitio puedes recogerme, y recogiéndome a mí te recoges a ti mismo".

Ese saludo antiquísimo de los mayas, como la visión comunitaria de los judíos y de los primeros cristianos, es la respuesta de muchos pueblos al individualismo moderno del hombre que siempre esconde una pregunta ante cualquier identidad comunitaria que lo confronta.

El poeta y filósofo William James decía que cuando se encuentra uno con alguien, en realidad es una reunión de seis personas y no de dos: las que cada uno piensan que son, las que cada piensa que el otro es y las que realmente son.

Todos los pueblos en sus inicios se han sentido parte de su entorno. Eran una sola cosa con la tierra y con el agua. Arriba o abajo estaban los dioses que los protegían de las inclemencias de la feral vida, padre sol, madre luna, hermana lluvia… y en su hábitat la naturaleza que hay que cuidar y entender porque siempre nos dice algo.

El tiempo, sin embargo, pasó y lo que la naturaleza decía se dejó de entender. Y la comunión de las personas se perdió entre la solemnidad de los mástiles y el ruido del comercio en donde todo tiene su precio. El resultado está a la vista y no hay que describirlo, se siente en el aire contaminado, en el mar lleno de plásticos, en el cielo plomizo de la enfermedad y de la muerte.

¿A dónde vamos? No lo sé. Lo que sé es que, como dijo Nietzsche, muertos están los dioses. La unidad social no tiene ya un soporte religioso sino político y económico. Para bien o para mal, todo está en el individuo… pero el individuo perecerá. Como escribe, creo que proféticamente, Joseph Campbell: "El hombre es la presencia extraña con quien las fuerzas del egoísmo deben reconciliarse, a través del ego debe crucificarse y resucitar y en cuya imagen ha de reformarse la sociedad. El hombre, entendido no como ‘yo’ sino como ‘tú’, pues ninguno de los ideales o instituciones temporales de ninguna tribu, raza, continente, clase social o siglo puede ser la medida de la divina existencia que es la vida de todos nosotros"… como creían los mayas.

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