Inseguridad y corrupción
En el Perú, estamos atravesando una encrucijada peligrosa. A medida que la inseguridad ciudadana se convierte en una prioridad en la agenda pública y política, un enemigo igualmente devastador, la corrupción, empieza a desdibujarse del centro de la discusión.
Las calles inseguras y la creciente criminalidad parecen opacar un mal que ha carcomido nuestro tejido social por décadas. Sin embargo, es imperativo recordar que ambos problemas están interrelacionados: la corrupción alimenta la inseguridad, debilitando nuestras instituciones y generando una sensación de impunidad en la sociedad.
Así, el IV Foro Anual de Integridad y Lucha Contra la Corrupción de la Cámara de Comercio de Lima (CCL) se presenta en este contexto crítico, convirtiéndose en una oportunidad para detenernos, reflexionar y buscar soluciones concretas para frenar este mal que, aunque menos visible que la violencia en las calles, tiene raíces profundas en cada esfera de nuestra vida pública y privada. La corrupción no solo mina la confianza en las instituciones, sino que facilita el florecimiento de economías criminales, las mismas que agravan la inseguridad. Por lo tanto, relegar la lucha anticorrupción a un segundo plano sería un error catastrófico para nuestra democracia.
La Comisión de Integridad de la CCL ha sido clara en más de una ocasión: la integridad no puede ser solo un eslogan o un call to action momentáneo. Debe ser el pilar sobre el cual se construya la vida privada, los negocios y la política en el Perú. La integridad debe permear todas nuestras acciones y decisiones, ser una guía de conducta para líderes empresariales, funcionarios públicos y ciudadanos. No es solo una obligación moral, es una necesidad económica: los países con mayores niveles de integridad tienen mejores condiciones de inversión, prosperidad económica y estabilidad social. Si no tomamos esto en serio, seguiremos viendo cómo nuestro futuro se desvanece.
Tristemente, los peruanos nos encontramos frente a una paradoja: mientras más necesidad hay de líderes íntegros, más ejemplos de corrupción surgen en nuestra historia reciente. El expresidente Alejandro Toledo, alguna vez visto como el símbolo de la superación y la lucha contra la pobreza, fue condenado por actos de corrupción. Para muchos, representaba las esperanzas de un niño lustrabotas que, con esfuerzo, había logrado ascender al más alto cargo del país. Pero hoy, ese niño estaría avergonzado del adulto que, lejos de ser un ejemplo de rectitud, es un triste recordatorio de cómo el poder puede corromper.
La corrupción, parafraseando a la CCL, envilece y mata. No podemos permitir que la corrupción pase a un segundo plano frente a la crisis de seguridad. Necesitamos medidas contundentes para frenar la violencia en las calles, sí, pero no podemos descuidar la lucha más silenciosa, pero igual de destructiva, contra la corrupción. De lo contrario, estaríamos perpetuando un ciclo de caos que amenaza con llevarnos aún más al borde del abismo.
Si queremos construir un país con seguridad y prosperidad, debemos empezar por la base: el valor innegociable de la integridad.
En definitiva, este foro nos invita a preguntarnos: ¿estamos listos para hacer de la integridad más que una palabra? La respuesta no puede seguir postergándose.
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