Instinto de reelección
En el Perú la reelección presidencial inmediata se encuentra expresamente prohibida, por tres razones. Por el principio de alternancia, que entiende que el poder tiene un efecto corruptor, en tanto obnubila el raciocinio de las personas pervirtiendo su capacidad de autocrítica, impulsándolos a superar sus límites éticos a fin de de conservar su situación privilegiada. En el presidencialismo norteamericano se prohíbe expresamente la segunda reelección, para que nadie supere a George Washington que tuvo dos períodos de cuatro años cada uno; ello constituye un freno normativo a las tácticas demagógicas y populistas ampliamente conocidas en Latinoamérica.; en cambio, el parlamentarismo permitió que Felipe Gonzales, Margaret Thatcher y Angela Merkel gobernaran más de ocho años seguidos en los que pudieron ser derribados por las mayorías parlamentarias que actúan como un control político permanente. Si lograron sumar varios períodos se debió a sus virtudes democráticas y no a maniobras autoritarias.
La segunda razón consiste en evitar que por el afán reeleccionista de quien ejerza la presidencia, se usen recursos del Estado para obtener ventaja sobre sus adversarios electorales, obligados a buscar apoyo de particulares solo por simpatía programática; así, mientras el dinero que una empresa destina para aportes de campaña es fruto de su actividad económica, siendo su destino alternativo el lucro de los accionistas, el dinero gastado desde el poder en subsidios, bonos y otras formas de comprar votos, son recursos que se niegan a los niños de la educación pública y a los humildes en los hospitales.
Pero la razón más grave es el tercera. Quien piensa en su posible reelección, contamina los procesos de decisión gubernamental y dedica sus esfuerzos a seducir a la opinión pública en lugar de aspirar a ingresar, en el largo plazo, en la historia grande de su país; su pretensión le genera inseguridad y su entorno suele ganar influencia hasta condicionar gravemente los pensamientos del gobernante. Al igual que el adolescente enamorado, el deseo lo somete a los designios del instinto.
Nuestro Presidente ha negado la posibilidad de postular el próximo año y hace bien; de controlar medianamente la pandemia, podría aspirar legítimamente a su elección en 2026, ya como líder de una organización consolidada, ocupando el centro del espectro político y ofreciendo una experiencia de gobierno que ningún otro podría igualar; pero, para que eso ocurra, se hace necesario renovar el entorno presidencial, pues resulta ya evidente la ineficacia y la falta de sentido lógico de sus aportes.