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Instrucción, cultura y medios de comunicación

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Fecha Publicación: 15/11/2024 - 22:00
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Instrucción y cultura suelen entenderse como sinónimos: “conjunto de conocimientos”; lo propio ocurre en todos sus alcances prácticos. En los tiempos que corren, la instrucción está palmariamente extendida. Los medios de comunicación difunden datos y sucesos que en mucho exceden de los necesarios para mantener al ciudadano al corriente del acontecer nacional y mundial. En fracción de segundos, un avance tecnológico, un descubrimiento científico, un hecho social o económico... es conocido en todo el orbe. El hombre actual es “acosado” por una masa informativa, ante la cual puede ser incapaz de actuar con criterio selectivo. Hoy, el manejo de información no tiene precedentes en la historia.
Sin embargo, no pocas voces se alzan denunciando la existencia de una crisis cultural. En un mismo momento ocurren dos fenómenos: cuantiosa información y, de otra, crisis cultural. ¿Qué causa semejante contradicción? ¿Será que la abundancia de datos ahoga la capacidad de discernimiento del hombre? ¿O será que, a fuerza de difundir tanto el material, este se perciba como un “mero producto” que no sintoniza con las demandas del receptor? Tal vez, ¿la velocidad con que aquel fluye impide formarse un juicio personal y, en consecuencia, uno termine mudando en un mero “retransmisor” de ideas de terceros?
Desde esa perspectiva, se asume que la información recibida apunta más al “tener” que al “ser” de la persona, luego lo útil es su motor y, su consecuencia, la masificación. El hombre-masa obedece y acata sin cuestionarse si lo que recibe es cierto o falso. De esta manera, se comporta o consume con arreglo a lo que “sugiere” la opinión pública.
Si hay crisis de cultura en un mundo que navega en las aguas de la información, es, entre otras razones, porque ella potencia y favorece la instrucción descuidando la cultura. La instrucción es algo exterior al hombre. Favorece la acumulación de conocimientos que no necesariamente implican su participación interna. Es impersonal. Su debilidad radica en que presenta soluciones a los problemas sin que siquiera los ciudadanos se hayan planteado esos problemas. Por este camino, es imposible guardar distancia con los acontecimientos y la información. Necesita de “certidumbre”, ya que el hombre instruido está abierto a cualquier información que sea “exacta” y lo exima del trabajo de discernir.
La cultura es algo personal. Implica el conocimiento de un objeto mediando la participación vital del sujeto. “El hombre culto es el que establece relaciones personales inéditas entre los distintos datos de la instrucción” (Thibon). Por tanto, sabe guardar distancia de la información, la recibe y la va eliminando de la misma forma que un organismo vivo. Tiene en él cierta verdad para descubrir y rechazar la mentira.
¿Qué tarea le corresponde al informador para favorecer la cultura en sus receptores? Inversamente, ¿qué tarea le corresponde al receptor para detenerse a pensar frente a los datos que recibe? ¿Cómo conciliar la instrucción y la cultura con el material a presentarse? Por último, cabe preguntarse ¿qué papel le toca desempeñar al docente y a los colegios? Es un gran reto que obliga a respuestas creativas y puntuales.

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