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Intolerancia y polarización

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Fecha Publicación: 26/08/2019 - 21:40
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El Partido Republicano se radicalizó por la influencia del Tea Party primero, y luego por el liderazgo de Trump, que casi sin esfuerzo logró sumar al elector republicano tradicional el voto de los trabajadores que antes se identificaban con el Partido Demócrata, el que ha perdido a muchos de sus votantes moderados por comprometer su discurso con programas radicales en torno al aborto, la agenda LGTB y la migración.

Por ello, Estados Unidos se ha polarizado al máximo, haciendo casi imposible la tradicional charla política en los almuerzos familiares, por la escasa tolerancia a las ideas ajenas. Cosa similar ocurre en Inglaterra donde Theresa May tuvo que renunciar al cargo de primer ministra al no conseguir que su propio partido aprobara los acuerdos que ella había negociado con la UE para concretar el Brexit; al nuevo líder de la Cámara y del Gabinete Ministerial, el conservador Boris Johnson, tampoco le va mejor.

Y en Alemania, la CDU de Angela Merkel tiene problemas para sostener la coalición gubernamental, mientras que su aliado y eterno rival, el SPD, se precipita al cuarto puesto nacional en las encuestas electorales; consecuencias de la política de la líder socialcristiana en materia de migración de musulmanes y su fracasada inserción social. Como en Estados Unidos e Inglaterra, muchas personas prefieren no conversar de ciertos temas, pues el nivel de polarización es tan grave que nadie atiende los argumentos del adversario, se ha perdido la tolerancia al tiempo que el discurso oficial pretende el monopolio de la moralidad y de la racionalidad.

La política, que partiendo de la tolerancia por necesidad, emplea el diálogo y el debate de argumentos para construir acuerdos y compromisos, ha perdido espacio en el mundo occidental porque los grupos en disputa no solo se presentan poseedores de la razón, sino también abanderados de la ética y discípulos exclusivos de la cultura. Asumen con dogmatismo medieval que tanto el adversario como el disidente, al carecer de argumentos válidos, merecen ser marginados en el ámbito académico y laboral; así, cualquier acuerdo es una inaceptable claudicación de los principios ideológicos y, de ese modo, la política como actividad que sustenta a la democracia, está perdiendo legitimidad.

El razonamiento desapasionado casi no tiene cobertura periodística, la moderación es percibida como debilidad. Se instrumentaliza al Derecho para destruir al enemigo mediante la manipulación de las leyes y la presión a los jueces. Si no reparamos en lo perdido y revalorizamos el verdadero ejercicio de la política, estaremos sembrando poder para un nuevo demagogo o sentando las bases para la siguiente dictadura.