Intramuros y extramuros: verdades que duelen
En mi condición de abogada penalista he tenido que apersonarme estos últimos días a centros penitenciarios en el sur de nuestro país para entrevistarme con algunos patrocinados e implementar las defensas legales del caso, escuchando sus argumentos en los lejanos confinamientos penales donde se encuentran, revisando diligentemente los actuados para ejercer un patrocinio eficiente y competente con fiel apego a las reglas y principios de legalidad que deberían prevalecer en nuestro ordenamiento jurídico penal.
A lo largo de mi experiencia profesional en esta materia, he podido reunirme con cada uno de mis defendidos y escuchar las circunstancias de los delitos que cometieron, sin perder la objetividad de mi asesoramiento legal ha sido inevitable conocer el pasado de sus historias de vida, abordadas inicialmente con ambigüedad para luego por sus propias narraciones conocer detalles de los hogares que proceden (muchos disfuncionales) y lo que les tocó vivir, recordaban la crianza que recibieron de sus progenitores, describiendo con dolor las reacciones que experimentaron ante la partida o ausencia de alguno de ellos, aún se sienten “prisioneros” del recuerdo que constituyó ese abandono, lo evocan con sufrimiento, lamentan no haber recibido una supervisión paternal de sus actos, atribuyen a que sus progenitores no pudieron, no desearon o simplemente no les interesó detectar a tiempo los caminos torcidos que elegían sus hijos, finalmente ya sin límites terminaron descarrilados y convertidos en agresores de las sociedades a las que pertenecieron.
Mi columna de hoy persigue identificar el inocultable principio de causalidad, los efectos devastadores y consecuencias que estamos viviendo en materia de inseguridad y vulnerabilidad en el Perú, este análisis empírico lo aporto desde mi trato profesional con vidas construidas en mundos anómicos y el crimen, seres humanos que adquirieron la condición de delincuentes avezados y homicidas ranqueados, proviniendo del infierno en el que se forjaron, sin embargo hoy en día están logrando adormecer su conciencia gracias a los espejos que la sociedad produce y en los que se reflejan, qué referentes impunes tienen a su alcance, repasemos algunos botones de muestra y sus efectos anestesiantes; políticos corruptos, Presidentes(a) de la República expertos en engendrar organizaciones criminales con asesores purulentos, Congresistas convertidos en mercenarios del poder y el dinero sucio, Gobernadores y Alcaldes infectados por una voracidad repugnante de cupos y “diezmos”, Jueces y Fiscales aceitados por el sarro gangrenado que pervierte sus dictámenes y conciencias, malos abogados y profesionales atrapados en el fango de la mediocridad y la artimaña, policías abusivos y extorsionadores, periodistas abominables y corrompidos, profesores ineptos y holgazanes, dirigentes comunitarios entrenados en al arte del engaño, esquilmando los escasos recursos de sus poblaciones, padres de familia incalificables que traen hijos para entregarlos al abandono y la barbarie, llegan a ser cómplices del estado degradado al que llegarán sus vástagos.
Mientras sigamos alimentando este Perú deshonrado y degradado moralmente, engendrando familias quebradas, seguirán entregando peruanos como los mencionados y habrá más historias que contar en los centros penitenciarios.
He dicho.
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