Invadidos por la delincuencia extranjera
El idealismo comunista y el buenismo socialista son una verdadera farsa envuelta en una falacia y anudada con una mentira. Lo comprueba Latinoamérica, adonde Cuba, Nicaragua y Venezuela son auténticos gulags, donde la libertad es inexistente, la gente vive famélica y las cárceles son centros de tortura y de enseñanza del crimen. Asimismo, la ciudadanía sobrevive sometida al mandato de gobernantes ineptos, electos bajo ilusorias disposiciones deliberantes que alientan el fraude y la componenda. Literalmente, acá no existen auténticas elecciones. Porque a aquellas se opone la cúpula izquierdista, que se ha apoderado del Estado a través de la mafia caviar que controla nuestro país como feudo propio, incluyendo el Jurado Nacional de Elecciones. Y gracias también al incompetente Pedro Pablo Kuczynski —quien pregonaba “soy socialista”—, hoy tenemos viviendo acá a más de un millón de venezolanos —muchos de ellos delincuentes de altísima peligrosidad— viviendo bajo un sistema carcelario que más bien pareciera ser la universidad del crimen; realidad que nos convierte en país altamente peligroso.
Pero nada de esto produce el escozor de nuestra izquierda, cuyos dirigentes no solo guardan silencio ante la inseguridad que diariamente generan sus paisanos, ni frente a las víctimas que produce la violencia de sus compatriotas que se han enquistado en el Perú. Esto desde que PPK, obsesionado por anteponer su ego a la seguridad y al progreso que tiene el ciudadano, decidió abrir las puertas a más de un millón de venezolanos —indocumentados en su gran mayoría— para que ingresen sin registrarse al Perú. Gente sin poder adquisitivo, que demanda servicios de salud y vivienda, libertades civiles, resguardo, estabilidad política, transporte, etc., pero, paralelamente, atenta contra la vida y salud de los peruanos, generando muertos y/o heridos diariamente. Por cierto, nuestra actual infraestructura médica es reducida, insegura, obsoleta, etc., lo que no permite atender a ese millón de inmigrantes ilegales.
Sin embargo, en Cuba, Nicaragua y Venezuela nada de esto existe, pues nadie está dispuesto a vivir encarcelado en dictadura donde, además, se pasa hambre. Por lo demás, repetimos, por culpa de aquella temeraria apertura de nuestras fronteras, la delincuencia acá ha alcanzado cotas semejantes —incluso superiores— a las de Venezuela.
Por último, a raíz de aquella invasión de venezolanos alentada por Kuczynski, hoy la calidad de vida en Lima ha empeorado significativamente, afectada no solo por factores estructurales —como la economía e ingobernabilidad—, sino por la invasión del millón y pico de venezolanos, muchos de ellos indocumentados, procedentes del hampa de aquel país; una de las escuelas criminales más peligrosas del planeta.
Definitivamente, si bien nuestra calidad de vida estaba afectada por la infame gobernabilidad, aparte de factores económicos y falta de servicios de avanzada, hoy la inseguridad ha hecho que Lima sea una de las peores ciudades del mundo para vivir. ¿Qué han hecho los caviares por mejorar la calidad de vida del peruano? ¡NADA! Exclusivamente exacerban las protestas sociales y envician la justicia para, desde allí, controlar ilegalmente ese poder perverso que continúa destruyéndonos, como un vendaval antiprogreso y contrario al bienestar.
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