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Inversión social y sanción para los corruptos

Fecha Publicación: 29/07/2024 - 22:30
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El discurso presidencial, como algunos peruanos esperábamos, estuvo pleno de optimismo e ideas para un Perú mejor y eso es positivo. Una de las funciones de un jefe de estado es infundir esperanza en sus conciudadanos, incluso en las peores circunstancias. Pero hay dos temas sobre los que vale la pena reflexionar: el programa de empleabilidad para jóvenes y los proyectos de irrigación.
Como sabemos, el Perú tiene la vergüenza de ostentar uno de los peores sistemas educativos del mundo y esto es producto de un trabajo lento, pero seguro e inexorable, de los enemigos de la meritocracia y partidarios del despilfarro de recursos públicos en consultorías y negocios turbios.
La presidenta mencionó en su discurso, con acierto, los programas gratuitos y virtuales para desarrollar competencias laborales a los jóvenes. Este adiestramiento técnico es posible realizarlo en unos pocos meses y entonces debemos preguntarnos si no es acaso pertinente incorporar esos programas a la estructura curricular de la educación básica regular y a otras modalidades.
Con esta formación, miles de jóvenes egresarían de la educación secundaria en condiciones de incorporarse a la vida laboral, sin que eso signifique que no puedan optar por carreras universitarias o técnicas. Los jóvenes dejarían el colegio en condiciones de seguir estudios técnicos o superiores y, además, con habilidades y destrezas que les permitan autofinanciarse.
Esta capacitación puede adaptarse a la variedad social, cultural y geográfica de nuestro país. En algunas regiones los jóvenes podrían desempeñarse como guías de turismo, en otras como técnicos en computación, diseño gráfico, electromecánica, industrias alimentarias y muchas otras más.
La formación técnica de nuestros jóvenes dinamizará la economía de las regiones, será una barrera contra el centralismo y mitigará la migración hacia Lima.
Sin embargo, las buenas intenciones se enfrentan a la resistencia de la costra purulenta enquistada en el sector educación. Contra ella no son suficientes el entusiasmo y las buenas intenciones de ministros y viceministros. Un nocivo personaje como Pedro Castillo se encargó de asegurar que la putrefacción se infiltrara en el sector educación y se convierta en una traba.
Saludamos el compromiso del gobierno de continuar con los proyectos de Escuelas Bicentenario con los 596 millones de soles que han sido destinados al Cusco y Puno. Pero también es indispensable erradicar los focos de corrupción que hay en el Ministerio de Educación.
Las autoridades a cargo deben arrancar la costra purulenta que la izquierda y la ultraizquierda han cultivado durante décadas en el sector. Empecemos a ofrecer a nuestras niñas, niños y adolescentes algo más que fierro y cemento y mejoremos la calidad de la educación que reciben para que ellos, con su talento y esfuerzo, saquen adelante a sus familias y aporten al desarrollo del Perú.
En el discurso presidencial, por otra parte, también se mencionaron proyectos de irrigación por 3,000 millones de soles; obras en el sector salud por una cantidad similar; inversiones de más de 1,400 millones de soles en infraestructura vial en zonas deprimidas. Todo esto en beneficio de millones de peruanos.
Los anuncios nos entusiasman, pero ¿nos hemos puesto a pensar que solo los diez millones de soles que recibió la exalcaldesa de Lima Susana Villarán ha generado al Estado una pérdida de 2,800 millones de dólares? Esa cifra es superior al monto de todas las inversiones anunciadas en el discurso presidencial.
Y no olvidemos los miles de millones de dólares despilfarrados por la ineficiente empresa estatal Petroperú gracias a un grupo de políticos y gobernantes de izquierda y ultraizquierda que algún día tendrán que responder por su responsabilidad ante el país. Esos recursos bien empleados podrían haber mejorado la salud y la educación de las personas más vulnerables en el Perú.
En síntesis, saludamos los anuncios del gobierno, pero le recordamos que también es importante que los responsables por el derroche y el perjuicio a millones de peruanos paguen por sus actos.

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