Involución conceptual

Fascismo, neoliberalismo, capitalismo, fujimorismo, son algunas palabras que se usan con regularidad en el mundo de las redes. También, por supuesto, se usan otras como comunismo, terrorismo, caviarismo, progresismo. Se usan en estado natural o conjugado, pero se usan siempre de forma peyorativa.

Es un ataque cuya intención se percibe, pero el sentido se diluye por la ausencia del esfuerzo conceptual, reemplazado por la señalización casi simiesca como esfuerzo de búsqueda de explicación del significado.

La inmediatez y la condensación son enemigos de la intelectualidad y de la elocuencia. La llegada de las redes sociales ha dado fe a esta premisa. La forma y el fondo, si bien coexisten en planos diferentes, están determinados entre sí de manera simbiótica. La urgencia de ser el primero por parte del emisor y de interpretar rápido por parte del receptor están deteriorando la capacidad conceptual de los ciudadanos, permitiendo que se tergiverse el significado de las palabras y, consecuentemente, su aplicación en la sociedad.

Describir las palabras que representan objetos físicos siempre ha sido más fácil. Estoy escribiendo estas líneas desde mi computadora, la cual está conectada al cargador y al mouse. Estos sustantivos son percibidos por los sentidos y esto facilita la creación de un concepto en la mente. ¿Pero qué hay de las palabras que mencioné en el primer párrafo u otras como democracia, república, monopolio, dictadura? Estas demandan una capacidad mayor, consecuencia del hábito para entender el significado de las palabras.

Hagan el esfuerzo de preguntar a un joven por alguna de las susodichas palabras y la respuesta, seguramente, va a responder al cómo o al cuándo, pero no al qué. “Es, tipo, cuando vas a votar para elegir a un presidente”. Ese no es el significado de democracia. Es un pobre ejemplo. La incapacidad para dibujar un significado obliga al emisor a señalar un caso que, según él, pueda responder a la pregunta en su reemplazo. Es un insulto a la especie que involucionemos a un estado donde, cual primates, debamos señalar para explicar.

En el uso práctico, esta característica de la persona contemporánea lo convierte en un blanco fácil para narrativas falsas. La capacidad de conceptualización es un escudo para el engaño. Si uno desconoce el significado de las palabras, le creerá a cualquier fanfarrón cuando aseguren que tal o cual persona cumple los requisitos de los “ismos” arriba mencionados.

La próxima vez que se acuse a alguien de fascista, al mercado de farmacias de monopolio, al país de no ser una democracia, a la constitución de ser neoliberal o al Estado de ser terrorista, uno debe hacer el ejercicio para ver si esta señalización resuelve el misterio conceptual.

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