Irracionalidad y ausencia de liderazgo gubernamental…
Desde hace ya mucho tiempo, periódicamente se producen en el Cusco, en la ruta hacia Machu Picchu, paralizaciones, bloqueos de la vía férrea y de accesos para buses o minibuses hasta donde puedan llegar, hostigamiento a los turistas y resistencia ciega contra las fuerzas del orden, en virtud de reclamos no atendidos provenientes de diferentes comunidades asentadas a lo largo de las vías y hasta de la misma capital imperial, cuando llevan adelante huelgas indefinidas.
El resultado es la consabida restricción absoluta del derecho al libre tránsito desde el Cusco hacia Machu Picchu y viceversa, paralizándose el desplazamiento de trenes y carros, llegándose en algunos casos a dañar los rieles de la vía.
Es evidente que se perjudican tanto la población nativa como los visitantes, peruanos y extranjeros, turistas todos ellos que programaron su viaje con antelación, acumulando ahorros suficientes y organizando sus actividades familiares, sociales y laborales, para que su viaje hacia la séptima maravilla del mundo se realice sin contratiempos, para disfrutarlo al máximo.
Los turistas atrapados en Machu Picchu se convierten en rehenes atrapados sin salida, cuya inmovilización impide que, en su desplazamiento, en su condición de consumidores, vayan invirtiendo en los bienes y servicios que se ofertan en toda la zona, incluida la capital. Pierde la población más que los turistas en esas circunstancias, pero pierde más por el desprestigio y la obvia disminución de viajeros que no pueden venir a perder dinero, tiempo y frustrar sus expectativas de contemplar el centro turístico más emblemático del Perú.
Los turistas varados en el Cusco ven que los días previstos para sus desplazamientos transcurren y deben retornar a sus lugares de procedencia, restringiéndose el consumo de bienes y servicios y, por ende, quedándose la zona sin los ingentes recursos que el turismo lleva en gran magnitud, por constituir una demanda atípica por la cual se compra no por necesidad, sino por simple gusto.
La irracionalidad radica en que estos actos de prepotencia social no son sino evidencias de conductas autodestructivas, porque si las comunidades solo miran la torta económica exigiendo de ella una mayor tajada, lo que en realidad están haciendo es eliminar los insumos para que esa torta exista y, al final, se quedarán sin nada, retornando al estado de pobreza originario con el subsecuente abandono económico y social, como ya hemos visto en otras zonas como resultado de una guerra ciega contra la minería y sus efectos al abandonar esta sus áreas de producción.
La ausencia de liderazgo gubernamental es aún más evidente porque, conociendo el flujo de los factores de riqueza que mueve el turismo y los problemas locales en las zonas turísticas, nada hace para prevenirlos, analizando las causas para encontrar soluciones.
Cualquier negociación debe resultar en un ganar-ganar. No matemos el turismo ni la imagen nacional.
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