Jamás le entregaremos nuestro país al comunismo
Castillo tiene un voto durísimo, pareciera inamovible, de gente a la que no le importa ni el terrorismo ni el comunismo ni el secuestro de su libertad. La sangre derramada de miles de peruanos no tiene ningún valor. Votan por ellos a pesar de las evidencias, su vocación suicida es incomprensible. Asesinan a 18 personas en el Vraem, dejan amenazas de muerte a los votantes del fujimorismo, pero la lealtad a Perú Libre se mantiene inalterable. Ciegos y fanáticos en negación tratan de atribuirlo a un psicosocial. Los últimos gobiernos han descuidado mucho la lucha contra el terrorismo, pero Castillo los dejará entrar por la puerta grande.
Y es que pareciera que sus votantes no tienen la capacidad de comprender que su apuesta política llevará al país al despeñadero, porque ellos sienten que siempre han vivido en el infierno. Todo les da lo mismo y si pueden hacerle daño a los que ellos perciben son sus depredadores, lo harán. No hay nada más democrático –por lo menos en las formas– que una elección popular donde cada voto vale por igual.
Han sido treinta años de crecimiento sostenido que ha sacado a muchísimos de la pobreza y mejorado la productividad de los campesinos (a razón de 4% anual como bien sostiene Richard Webb); hubo avances importantísimos con los que el covid, desafortunadamente, arrasó. Esta pandemia ha sido la mejor aliada de la Izquierda, ha hundido a aquellos que ya estaban sacando cabeza, ha desnudado toda nuestra miseria y fragilidad como sociedad con un Estado que ni siquiera es capaz de cuidar la vida de sus ciudadanos. Ha ocurrido en todo el planeta, pero con el Perú se ensañó especialmente porque confluyeron quizás los peores gestores del mundo: corruptos e incompetentes y una pobrísima infraestructura hospitalaria.
El discurso de Castillo no es uno de justicia sino de simple venganza, una reparación de ese daño inexistente que recrean en su imaginación; mentiras y acusaciones sin ningún fundamento. Recientemente declaró que lo primero que hará es “recuperar los recursos para distribuirlos por igual en la población”. ¿Y eso qué significa? ¿Que al mejor estilo de Juan Velasco nacionalizará el gas y los minerales y declarará nuevamente el Día de la Dignidad Nacional para luego compensarlos por debajo de la mesa? Los peruanos ya aprendimos a la mala que el populismo no da de comer, y si apenas respirar, pero la memoria siempre nos traiciona.
El equipo técnico de Perú Libre está lleno de oportunistas e improvisados que no han hecho una sola propuesta viable. Se dedicaron a atacar, dividir y atizar emociones negativas. Se han subido al coche de Castillo por un empleo, un ministerio o un puesto en el exterior bien remunerado en dólares. La vergüenza de una representación ignorante e ineficaz no será solo a nivel local sino internacional, pero al final, será el menor de nuestros males.
En tiempos de pandemia, la gente sale a la calle porque está aburrida o esperando recibir algo; no nos confiemos, no necesariamente es apoyo en las urnas. Tenemos que pelearla hasta el último minuto. Todos tenemos que ir a votar, no hay excusas y no debe quedar mesa sin personero. Ningún esfuerzo es suficiente para salvar a nuestro país.
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