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Jesucristo, rey del universo

Fecha Publicación: 23/11/2019 - 20:10
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Queridos hermanos, nos encontramos en el domingo XXXIV del tiempo ordinario, el último del año litúrgico y en donde celebramos a Jesucristo, rey del universo. La primera lectura es del libro de Samuel en donde se hace presente cómo David se constituye rey en Hebrón: “El Señor te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”. Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel”. Dios hace un pacto con el hombre, le da a David la tierra y también te la da a ti y a mí, para que seamos reyes de la creación. De esta manera, Dios unge a David como rey de Israel. ¿Quién era David? Un hombre de barro como tú y como yo.

No tengamos miedo de mostrarnos pecadores ante Jesucristo, levantemos nuestra mirada y observemos a Cristo. Respondemos a esta lectura con el salmo 21: “Qué alegría cuando me dijeron: ¡Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén”. ¿Cuál es la casa del Señor? La Iglesia, un hogar en donde se nos ofrece, sin costo, el perdón y la misericordia. La segunda lectura es de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses, dice: “Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él es imagen del Dios invisible, porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Todo fue creado por él y para él. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”. Hermano, ¿te has preguntado cuál es esa herencia? Pues es el perdón de nuestros pecados. Y Jesús, el Hijo de Dios, vino por ello, para derramar su sangre por nuestros pecados, es decir, para nuestra salvación.

Dios quiere que nos reconciliemos. Pero ¿qué ocurre? Sale nuestra ira, ego y demás cosas que nos impiden reconciliarnos con Dios. Hoy, te invito a esta reconciliación, Dios renueva todo. Dejemos atrás las revanchas y odios, porque esto es propio del hombre viejo. El hombre nuevo no se resiste al mal y es capaz de amar a su enemigo. El evangelio es de san Lucas y muestra a Jesús crucificado: Los magistrados decían: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido”. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. La muerte de Cristo se da por sus enemigos, pero Él tiene la capacidad de dar la mejilla a quien le hiere. Recordemos los que dice el centurión: “Verdaderamente este era el Hijo de Dios”. Jesús nunca se resistió al mal, esta es una gracia a la que estamos llamados, en ella reside la felicidad del hombre: tener la capacidad de dejarse hacer el mal por nuestros enemigos. Este es el don del Espíritu Santo que concede a los hombres cristianos, pues invoquemos este don y tendremos vida eterna. Que la bendición de Dios descienda sobre ustedes y sus familias en este domingo que celebramos a Jesucristo, rey del universo.